miércoles, 12 de noviembre de 2014

Viaje a Borneo: pesadilla en el paraíso del submarinismo (I)

Mantabuan por Hachero

Mantabuan no mide más de diez hectáreas pero al menos quince soldados malayos fuertemente pertrechados patrullan su perímetro. ‘Yo llevo tres años’, cuenta uno montado en una cuatrimoto con su M-16 al cuello y sudando copioso. 'Bienvenido al puesto de la isla de Mantabuan', saluda un cartel que parece una amenaza más que una bienvenida bajo el que se parapeta un soldado con gafas oscuras tras unos sacos terreros. El sol cae a plomo en esta minúscula isla, hogar de dos familias de pescadores y con una pequeña pero frondosa selva donde se esconde el cuartel de los militares.

Mantabuan por Hachero

Las aguas turquesas, el horizonte salpicado de islas rebosantes de vegetación que resbalan hasta el mar de las Célebes, el cielo nítido y azul, las barreras de corales. Ninguno de los soldados contempla el maravilloso paisaje con mis ojos. En los suyos hay cansancio, sopor, aburrimiento. Tan sólo la llegada, de cuando en cuando, de un bote cargado de turistas, sobre todo chinos, rompe la monotonía. Los chinos saltan despreocupados a tierra, a la isla de Mantabuan, y se aglomeran ante los soldados, que descansan bajo una frágil techumbre. Suenan clicks, saltan flashes, los soldados sonríen de mala gana, agarran firmes sus fusiles, posan junto a los turistas, juguetean con sus móviles.

Mantabuan por Hachero

En una hamaca otro soldado desgasta las yemas de los dedos pasando pantallas en su smartphone. El sopor se une al calor y la escena no deja de tener su interés. Los turistas chinos fotografían y se fotografían, se toman selfies, adoptan extrañas poses en la orilla, parecen salidos de otro mundo, un universo kitsch y multicolor que pasea despreocupado por una isla de postal mientras que a pocos metros los soldados languidecen aburridos aunque, de cuando en cuando, afinan sus prismáticos por si algo sospechoso merodea el pequeño reino del coral.

Mantabuan por Hachero

Mantabuan por Hachero

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Porque esos soldados velan por la seguridad de los turistas, sobre todo chinos, que han sido repetidas veces secuestrados en el paraíso del submarinismo por piratas islámicos filipinos que viven a apenas dos horas de aquí. A principios de 2013 un grupo de unos doscientos milicianos provenientes de las filipinas islas Jolo invadió esta región malasia de Sabah, en el norte de la isla de Borneo, y exigió su integración en el Sultanato de Jolo, un reino que floreció en el medievo y que se extendía por estos idílicos paisajes. Los guerrilleros se atrincheraron en la ciudad de Lahad Datu, a unos kilómetros de aquí, y se montó una carnicería que pasó desapercibida en los medios occidentales pero que ha convertido el paraíso del submarinismo en una zona de alto riesgo. El ejército malasio aplastó la ridícula invasión pero muchos milicanos se escondieron entre la gran población inmigrante filipina y, dicen, señalan los objetivos: turistas, en su mayoría. Desde entonces hay que andarse con mil ojos y de cuando en cuando alguno cae prisionero de los molestos vecinos.

Mantabuan por Hachero

‘Tonterías’, dice Lew mientras reparte los equipos de buceo a un grupo de chinos que se disponen a embarcarse rumbo a los corales de Mantabuan. Lew trabaja en Singamata Reef Ressot, uno de los más populares centros de buceo de Semporna, y también noticia porque el último secuestro se cometió en sus instalaciones. Situado a algo más de una milla de la ciudad, el complejo se levanta sobre las poco profundas aguas del mar de las Célebes y supone un objetivo fácil para los piratas que quieren pescar arriba del mar. Lew se indigna cuando le pregunto por los secuestros y mira al cielo mientras pregunta quién está libre de sufrir algún mal. 'Mejor mire allá, mire qué foto hay desde aquí'. Coincido en su sentido de la estética pero el gesto se le tuerce cuando pasa lentamente una lancha de la policía junto a las instalaciones y el piloto frunce el ceño tras sus grandes gafas de sol mientras comprueba que todo va bien.

Mantabuan por Hachero


El ressort ofrece habitaciones que tienen como vecinas a los peces y a las islas que recortan su silueta en el horizonte, un mar turquesa y pasillos de madera que circulan sobre el agua. Una noche apareció una embarcación de la nada, seis hombres armados treparon al conjunto turístico y se llevaron a una turista china y a una empleada filipina del ressort. El cautiverio se prolongó durante dos meses y originó una herida profunda en el negocio turístico del paraíso del buceo. Un negocio sin igual, quitando la pesca, claro está, que aquí es abundante y emplea a muchos vecinos.

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Pero había mencionado un sultanato, el de Jolo, que parece una cosa tan remota y arcaica como los reinos de los cómics. Pero el sultanato de Jolo tuvo su momento de gloria en 1457 y su capital en la isla del mismo nombre, Jolo, que hoy forma parte de las Filipinas. Lo que fue su imperio quedó en manos de España, en un principio, y más tarde repartido entre Malasia y Filipinas. La región de Sabah, en Borneo, pasó a formar parte del estado de Malasia después de su independencia tras la II Guerra Mundial, ante el berrinche del sultán de las Jolo, aunque el sultán tenía una carta escondida: un acuerdo firmado con la Compañía Británica de Borneo del Norte para explotar la región por el que aún hoy el gobierno de Kuala Lumpur paga algo más de mil euros anuales al sultanato como compensación.

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Paparruchas, deben pensar en las Jolo, furiosos por la dádiva y por la pérdida de sus territorios ancestrales. El sultanato quedó entonces dividido y los musulmanes de las Jolo con una mueca de disgusto que incluso llegó al gobierno de Manila y que a punto estuvo de degenerar en guerra cuando Ferdinand Marcos preparó un plan militar para recuperar sus pretendidas posesiones (conocida como Operación Merdeka). Cosas del pasado porque hoy Manila tiene muchos más problemas de los que ocuparse que de invadir a la vecina Malasia, a pesar del dulce caramelo de un terreno tan saturado de gas en su subsuelo como de corales bajo las aguas transparentes de sus miles de islas. Según esta página (pincha aquí) Sabah tiene alrededor de 11 billones de metros cúbicos de gas y 1.500 millones de reservas petrolíferas, el 11% y el 25% respectivamente de las expectativas de todo el país. Las aspiraciones del sultanato se unen pues a la avaricia nacional de un tesoro más jugoso que el que haya podido enterrar algún pirata en estas paradisíacas playas... Los militares, mientras tanto, siguen patrullando el perímetro, un perímetro breve y ajustado en el que el único punto de interés no es la isla cercana, el insultante azul traslúcido del mar o la caprichosa forma de aquella nube sino el nuevo disparate fotográfico de los turistas chinos...

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La invasión de los musulmanes filipinos en 2013 dio un giro cuando el sultán de las Jolo, Jamalul Kiram II, fallecía poco después de la dudosa hazaña de puro viejo en un hospital de Manila, aunque su hija, la princesa Jacel Kiram, ha prometido continuar la obra de su padre y recuperar, como sea, la región de Sabah. Por si el problema fuera poco, los malasios sospechan que Nur Misuari, el líder del Frente Moro de Liberación Nacional, enfrentado al gobierno de Manila y que hace un año invadió la ciudad de Zamboanga, al sur del Mindanao filipino, ha tomado el testigo de las aspiraciones del fallecido sultán de Jolo y se une así a la larga lista de amenazas para los amantes del submarinismo en uno de los lugares más espectaculares del planeta: los que suspiran por el sultanato, los orates de Abu Sayyaf, los terroríficos Yemaah Islamiya, grupos de piratas eventuales y, ahora, los revoltosos guerrilleros del Frente Moro.  Según el comando de seguridad de Sabah, los Esscom, operan al menos catorce grupos de secuestradores filipinos en la zona, de los que tan sólo cuatro han podido materializar algún secuestro, y entre ellos mencionan a los terroríficos Abu Sayyaf, que ya secuestró en Sipadan a 21 personas en el año 2000.

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