lunes, 25 de agosto de 2014

Viaje al Sahara: pescando en el desierto


Junto a la carretera que conduce de Tam Tam Plage a Tarfaya, al sur de Marruecos, el desierto pierde pie y se despeña en un pronunciado precipicio sobre el océano Atlántico. El abismo es importante y el simple hecho de acercarse al borde causa escalofríos y un nudo en la garganta. Pero allí veo a unos tipos que llegan al límite mismo del desierto y desaparecen tragados por el vacío. Veo tiendas precarias, si es que la precariedad es tan precaria como estas tiendas, veo cosas tiradas por los suelos de este Sahara que ahora parece rocoso y más allá esbelto y maleable en las caprichosas formas de sus enormes dunas. Me preocupo. Los tipos no vuelven y el precipicio parece cortado a pico.

Pescadores por Hachero

Paro el coche y busco la solución al enigma. Y ahí están, encaramados en picos tan precarios como sus tiendas, acurrucados en pequeñas planicies que ni tal nombre merecen. Saludo pizpireto y trato de bajar pero uno me hace una señal serio y ceñudo: cuidado, parece decir, si te caes: no hay vuelta atrás. Le hago caso y bajo con cuidado, empuño la cámara y grabo con un ojo, vigilo los pies y el camino con el otro. Un resbalón y estás muerto. Abajo se abre un acantilado de más de cien metros, las olas baten violentas sobre la base del continente africano, no veo modo de subir en caso de accidente. 'No lo hay', dice uno de los pescadores, 'si caes...', y suelta una sonora risotada. ¿Ha pasado alguna vez?, pregunto angustiado. Todos miran al infinito y de pronto pica una lubina.

Pescadores por Hachero

Allá en el horizonte asoma majestuoso en su ruina el casco de un gran carguero que el tiempo ha convertido en un monumento al Olvido. ¿Qué hacen con este pescado?, pregunto otra vez, 'lo vendemos a los camiones frigoríficos que viajan al norte', responde uno de ellos.

Pescadores por Hachero

Mientras tanto residen en sus tiendas precarias, esos trozos de tela de arpillera y mantas beduinas que huelen tan mal como parecen. Azotados por la espuma del mar, el salitre acumulado, las rachas de viento y el inclemente sol, los pescadores del Sahara se afanan en capturar el máximo de pescado para llevar unos dirhams a casa. Unos peces que malvenderán a los transportistas, o a los intermediarios, para que se sirvan en los puertos del norte, en Sidi Ifni, en Agadir, tal vez lleguen a Essaouira. El camino está jalonado por pescadores como ellos, un grupo de cinco aquí, otro de siete allá, un pescador solitario en aquella grieta, tres más cargando cañas de pescar por un desierto que no termina de comprender muy bien qué hacen estos artilugios de pesca en lo más alejado al mar. Que está a unos metros, por cierto.

Pescadores por Hachero

Pescadores por Hachero

Abajo las olas explotan en la base del acantilado y un escalofrío vuelve a recorrerme la cerviz. No imaginaba que pescar en el desierto fuera posible, y mucho menos suicida. Tampoco imaginaba que el célebre dicho de Lao Tsé perdería aquí toda su agudeza. 'Dale un pez a un hombre y comerá un día, dale una caña y comerá siempre....'



jueves, 14 de agosto de 2014

Viaje a Cuba: negocios bajo un calor aplastante




Tras el sencillo mostrador, apenas una ventana, ruge furioso el trapiche. Los clientes se arremolinan sudorosos, esperando anhelantes su vaso de guarapo, aplastados por el sol del mediodía. Tras el mostrador, como decía, ruge el trapiche y sudan, aplastadas ellas también pero bajo techo y por tanto en sombra, las empresarias que rigen los destinos de esta empresa. El funcionamiento no es difícil: el trapiche truena, las cañas de azúcar se acumulan en una esquina, por un lado introducen la materia prima, por un embudo surge mágico el guarapo, que no es otra cosa que zumo de caña, y por el otro escupe los restos machacados del vegetal. Las dos chicas no se consideran empresarias sino 'tenderas' mientras la iniciativa privada se abre paso a una velocidad de vértigo en la antigua colonia española.

El trapiche no es más que un par de rodillos de metal con estrías que machacan los largos palos de la caña impulsados por un motorcito (o por la fuerza bruta de las bestias, los antiguos, o de los esclavos, los más antiguos aún) extrayendo el líquido que se vierte en el interior de un cubo repleto de cubitos de hielo. Lo bebo mientras el sudor forma gruesas gotas en mi frente. Está frío, mastico trozos de agua sólida y siento una potente subida de azúcar que me despeja la mente, somnolienta como el pueblo. Estoy en Remedios, un municipio cubano de estética colonial a pocos kilómetros del celebérrimo Cayo Coco, un hermoso lugar en el Caribe del que nunca estoy seguro de que esté a medio dormir o a medio despertar.

negocios en Cuba por Hachero 3

Los impuestos de empresas como la del pequeño trapiche aportarán durante 2014 un 4% del presupuesto del Estado y el número de trabajadores por cuenta propia se acerca ya a los quinientos mil en toda Cuba (aunque hay quien lo sitúa en los dos millones), de un total de cinco millones de trabajadores. Les dicen 'cuentapropistas' y su tarea se nota ya en muchos rincones. Si en un principio no pasaban de abrir un restaurante (o 'paladar') o arrendar habitaciones o apartamentos a turistas,  su presencia cada día es más habitual en otros sectores, como en el del taxi, la venta de artesanía, pintores o manitas de todo tipo. Según los cubanos de a pie, casi el noventa por ciento de estos profesionales están enmarcados en el sector servicios por el simple hecho de que producen divisas mientras que las inversiones necesarias en los otros campos, desde la agricultura a la minería, siguen igual, dependiendo de unas inversiones estatales que llegan con cuentagotas. Tal vez China sea el horizonte, el auge de un país que es más que un estado, un estado-civilización, como le llama Martin Jacques en su apasionante When China rules the world, un país formalmente comunista pero en la práctica abierto a cualquier tipo de negocio que deje dinero y ayude al Kuomintang a convertirse en superpotencia. Tal vez el partido comunista cubano mire de reojo la explosión capitalista de su antigua aliada y se plantee una revolución dentro de la revolución.

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Ahora estoy en Cueto, a las puertas del gran ingenio azucarero de la ciudad que le da fama mundial (eso y el salir en la letra del Chan Chan, de Compay Segundo). Bajo el atronador sonido del ingenio en funcionamiento aún hay decibelios para pedirse un refrigerio. Y la muchacha que rige los designios de la máquina de hacer helados cobra por adelantado y rellena los cucuruchos con una crema blanca que anuncia una explosión de sabor frío en el cielo de la boca. Hay cola para comprar helado y no importa el ruido insoportable ni el calor aplastante. Hay que refrescarse y siempre sobran unos centavitos en el bolsillo para darse un respiro. La microeconomía cubana no levantará la nación a base de grandes negocios pero el aire parece haber cambiado para animar un poco la alicaída vida del interior rural de la isla.

negocios en Cuba por Hachero


Eso sí, para hablar de macroeconomía y del destino del país, tendrán que buscar algo diferente en unos momentos en los que el futuro de Venezuela, su alivio durante los últimos años, parece especialmente comprometido por un caos del que difícilmente se puede sacar una conclusión. Carlos Saladrigas, presidente del Grupo de Estudio de Cuba (organización sita en los EEUU), cree que 'la crítica situación económica de Venezuela está llegando a un punto en que la ayuda a Cuba es insostenible y esto indudablemente va a tener consecuencias en Cuba'. De momento, el combustible para que el trapiche de Remedios sigue llegando con normalidad y esta pequeña empresa tiene sensación de normalidad, de emprendedor que ofrece un producto a una demanda que observa ceñuda el proceso. Y el producto tiene demanda porque la caña así sin más puede limpiarse a machete y luego chupar una punta para extraer el azúcar pero si te lo ofrecen en un vasito con hielo y fresquito pues mucho mejor. En la cola del exiguo mostrador los clientes se empeñan en educar al extranjero. 'Es muy bueno para las mujeres recién paridas', dice un señor con bigote, 'añadiendo levadura hacemos vinagre', cuenta una señora, 'hay que consumirlo corriendo porque si no pierde el color y se pone feo', concluye un abuelo. La iniciativa privada se abre paso por doquier. Pizzas callejeras en Baracoa, intercambio de frascos para perfumes en Santiago, helados en Macané, una señora que asegura llevar café a domicilio en La Habana, trapiches en Remedios. El sector más primario de la iniciativa privada está en movimiento...

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Algunos reportajes de cómo la microeconomía ya ha cambiado el interior de Cuba: 



miércoles, 6 de agosto de 2014

Viaje a la India: muerte y funeral de una vaca en el Ganges

Vaca en Benarés por Hachero

En un ghat de Benarés una vaca yace muerta. Está ahí, tumbada en el suelo, soltando líquidos bajo el bochorno de un amanecer que anuncia un día caluroso. Hay que actuar rápido si se quiere evitar que grandes nubes de moscas acudan golosas a repartirse el cadáver. Un niño la mira absorto. Una vaca muerta no es cualquier cosa en la India. Y no porque no mueran, que mueren, y mueren en la calle, ante la vista de todos, mueren porque son seres vivos, y todo lo que vive muere casi por definición, y ese niño tiene muchas papeletas para que la vaca que observa atento no sea la primera que ve así: cadáver. Aún así, la mira curioso. Una vaca muerta no es cualquier cosa en la India.


Y no es cualquier cosa porque la vaca es el símbolo de los símbolos, el Gran Símbolo, por decirlo de algún modo. Simboliza la Madre Tierra, la Naturaleza, la fertilidad, la fuerza sexual y la abundancia. Los hindúes la ven como a una madre porque, dicen, da leche. Yo la miro y veo luego una cabra y me pregunto qué diferencia la leche de ambas, pero me callo. La vaca es Kâmadhenu, o ‘la que otorga deseos’, la representación física de Lakshmî, la diosa de la prosperidad. Kâmadhenu, o la vaca, representa además, y por si fuera poco, a todas las especies animales.

Vaca en Benarés por Hachero


Dice la leyenda que el dios Brhama se transformó en vaca y ofreció a los hombres el néctar en forma de leche. Así que el niño que observa ese cuerpo inerme de una vaca tal vez esté pensando que contempla el cuerpo inerte de un dios. Y puede que lo sea. El cuerpo inerte de la vaca atrae cada vez más atención. Se acerca un señor con el torso descubierto, que la observa apesadumbrado. Menea la cabeza en señal de desaprobación, no sé si por la muerte en sí o por la inminencia del calor bíblico que azota a diario estos ghats y este río sagrado, recuerden: el Ganges. Tal vez apele a Prishni, o ‘nube de lluvia’, que es el epíteto de Rudranî, la pareja de una de las formas primitivas de Shiva, el de las fuerzas básicas de la naturaleza, a la que se representa, precisamente, como una vaca lechera que nutre y alimenta al mundo (aunque a Shiva hay que darle cancha porque sus representaciones incluyen a estos desconcertantes babas que pululan por la ribera del Ganges, pincha aquí. Porque es innegable que una nube de lluvia aliviaría el día y daría tiempo para pensar qué hacer con la carcasa de ese cúmulo de dioses.

Vaca en Benarés por Hachero

Los curiosos se arremolinan para mirar la vaca. Hay quien reza con el agua al cuello (literalmente), hay quien se sienta en los escalones para entonar esos salmos védicos que me recuerdan al rosario de los rocieros, hay quien mira sin mostrar más emoción. He visto a las vacas pasear como perico por su casa, correr por las calles, entrar en casas y ocupar templos, y he visto también como la gente las respeta con indiferencia (aunque en alguna ocasión también he visto sonoras patadas en el lomo de estos dioses lácteos). Normalmente se las respeta con devoción, se las alimenta como forma de incrementar el karma y sus presencias, en ocasiones molestas, se toleran con la alegría del que ve desfilar una patulea de dioses por la puerta de tu casa. Y además son dioses con dioses porque, por si fuera poco en el enorme panteón hindú (con más de 330 millones de dioses), las vacas tienen su propia divinidad: se llama Rohinî y es la nieta de Brahmâ y esposa del dios de la luna, Chandra. La relación de las vacas con el mundo de los dioses es tan complicada como el mismo panteón lo es a ojos de los monoteístas (y aún más para los ateos). Por ejemplo, Vishnu era un vaquero que se reencarnó en Krishna y el Goloka es uno de los paraísos del hinduismo, una palabra sánscrita que significa, literalmente, ‘Mundo de las vacas’.

Vaca en Benarés por Hachero


Sea como sea, la vaca es un dios vivo, que se pasea por las esquinas dejando en cada rincón una buena muestra del por qué de su éxito en la India. De la vaca sale la leche, el yogur y la mantequilla, que los hindúes comen con verdadero deleite, pero también la orina, que usaban como desinfectante, y el estiércol, que les servía como combustible.

En su esquizofrénico ‘Viaje a la India mágica’, el escritor afgano Tahir Sha describía la microeconomía que observó en una sola vaca: el dueño la alquilaba a una anciana que la mostraba orgullosa en una esquina a cambio de unas rupias y de la que se quedaba la leche, todo esto sin que la vaca hiciera otra cosa que simplemente estar: Tahir Sha, El aprendiz de brujo. En todo caso la adoración en la India por las vacas tiene elementos que justifican esa esquizofrenia, como el caso de Kanchan Rani Dutta, quien se suicidó al encontrar muerta su vaca en el establo, ver aquí.

Vaca en Benarés por Hachero

El amor por las vacas en la India hay que buscarlo en el principio de los tiempos, antes incluso que los arios se enseñorearan del subcontinente, cuando los pueblos aborígenes tallaban vacas y pintaban búfalos en las paredes, un animal que además de todo simboliza también la fuerza agresiva y la sexual (junto a Shiva, que se le representa con un buen falo en cualquier rincón)

Vaca en Benarés por Hachero

Por fin arrastran la vaca hasta la orilla, justo al lado de un señor que arde en una pira funeraria ante la indiferencia general. Ya en el agua, una señora sentada a popa agarra firme la cola del animal, o del dios, o del conjunto de dioses, del cadáver, en suma, mientras un señor rema pausadamente hacia el centro del río. El cuerpo flota en su camino hacia la eternidad, una eternidad un tanto húmeda y muy transitada, vista la cantidad de cadáveres que se hunden en este río. Algunos en forma de ceniza, otros medio carbonizados porque la familia no consiguió el suficiente dinero para la leña necesaria, los puros envueltos en un sudario y atados a un pedrusco de buen tamaño para que no floten (los bebés, las mujeres embarazadas, aquellos a quien mató una serpiente, los leprosos y las mujeres embarazadas). La vaca se hundirá en el río y con ella se va una vida, una creencia, una microeconomía, una fuente de productos lácteos, un montón de dioses y una forma de entender el mundo.


Abajo dejo un video que grabé en el Ganges y del que salen las imágenes del post.



Referencias:

pincha aquí para conocer algo más sobre la vaca en la India como símbolo en este completo estudio de Enrique Gallud, del Instituto de Indología.

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