martes, 29 de julio de 2014

Viaje al mar del sur de China: las Spratlys son de Filipinas, y de China, y de Taiwan, y de Malaisia, y de Vietnam, y de Brunei...


Allá en el horizonte se esconden las doscientas islas de la discordia. Los vietnamitas las conocen como las islas de las 'Arenas Largas' (truong Sa), los chinos les dicen 'El archipiélago de las Arenas del Sur' (Naansha Qundao) y los filipinos 'Islas de la Libertad', o Kalayaan en tagalo. Los tres países consideran suyas unas islas que en algunos casos ni siquiera sobresalen de las aguas más que unos centímetros (en marea baja). Por si fuera poco, el extraño país de Brunei dice que algunas de esas islas son suyas, como el arrecife Louisa, Malaisia dice que el archipiélago se llama Kepulauan Spratley y lo reclama como suyo, Taiwan afea a los demás tanta ambición y dice que son los auténticos dueños de las Nansha Qundao (como chinos que son utilizan el mismo nombre que Pekín). Desde la isla de Palawan no acierto ni siquiera a intuirlas, a pesar de que la marea baja obliga al mar a retroceder cientos de metros (no exagero: cientos de metros). Pero ahí deben de estar, en el mar del sur de China, islas codiciadas por seis países y un motivo de fricción que puede acabar en un conflicto cuando menos se espere.


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 Un extraño mar del que sobresalen islotes que desaparecen y florecen tallos verdes[/caption]



Entre las Filipinas y Vietnam sobresalen levemente del mar las islas Spratlys, el botín deseado por todos los vecinos del Mar del Sur de China (Cortesía de: http://www.dailymail.co.uk/news/article-2088414/Dispute-oil-rich-islands-South-China-Sea-escalate-state-state-conflict-U-S-admiral-warns.html)

Mi primo Joel, que es filipino, se indigna con la polémica: 'mira el mapa, están al lado de las Filipinas, está claro que son nuestras', se indigna con gesto adusto y regusto patriótico, '¿qué quieren esos chinos?'. Pues esos chinos, y aquellos vietnamitas, y aquellos malaisios, y hasta los taiwaneses y como se llamen los de Brunei quieren lo que quieren todos: petróleo, gas y pesca. Mucho petróleo, mucho más gas y aún más pesca: dicen los expertos que en esas aguas puede habitar una décima parte de la pesca de todo el planeta. Frunzo el ceño y miro el agua incrédulo cuando un alevín de pez espada se asoma para mirarme a su vez.

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Para ponerlo sobre el papel: Brunei reclama el arrecife del sur del archipiélago, las Filipinas ocho islas del conjunto y parte del mar de China, un reclamo este último (el del mar de China) que choca frontalmente con las peticiones de los gobiernos de China, Vietnam y Taiwan. Un mar que para Pekín es de 'interés estratégico' y unas islas que, en honor a la verdad, están entre las Filipinas y Vietnam. El periodista y estratega norteamericano Robert D Kaplan encuentra similitudes entre el Caribe y este mar de China, no tanto en su estética (que también) sino en el papel que le permite jugar a una gran potencia. En el caso del Caribe fueron los Estados Unidos quienes lo conquistaron a finales del siglo XIX (a costa de España) y les dio impulso para lanzarse a la conquista del resto del planeta. Si a Washington le importó realmente poco eso de la soberanía nacional y plantó su bandera en Puerto Rico y en otras muchas islas, lo que vino a ser como poner una piscina en su patio trasero... Los chinos, que también leen historia (sobre todo porque tienen más que nadie) tienen ambiciones:sospechen mal y acertarán: eso de la cercanía en un mapa les importa un soberano pimiento. Se trata de geoestrategia, de liderazgo y de recursos energéticos.

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Y para corroborar el enorme lío y que la fuerza tiene voz y voto en este conflicto internacional, basten estos datos: China ha ocupado por la fuerza ocho arrecifes del conjunto (que suman entre todos menos de una hectárea), Malaisia ha ocupado tres arrecifes y un banco de arena (además de construir una isla artificial), Filipinas tiene ocupadas siete islas, dos arrecifes y un islote, Taiwan posee una isla (la mayor del archipiélago, Itu Aba) y un arrecife, y por último Vietnam ha ocupado siete islas, quince arrecifes y tres bancos de arena. La mayor parte de esas ocupaciones son cayos o islotes sin mucha importancia, sobre todo porque casi todos sólo son visibles cuando baja la marea. El lugar es tan extraño que ni siquiera se sabe el número exacto de islas y los mapas compiten en mostrar puntos que bailan de un plano a otro.

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Visto el archipiélago desde el aire con el google earth se aprecian construcciones levantadas sobre algunas de las remotas islas
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Dice Kaplan en su último libro, 'Asia's Cauldron', que la aspiración de China a esta cadena de islas viene de lejos y que desde el siglo XV al XIX las dinastías Ming y Qing las incluyen en sus planos. Sin embargo, y con un mapa en la mano, los chinos parecen los menos indicados para reclamar nada. Pero la geopolítica y los intereses de una superpotencia en expansión como la china tienen otros razonamientos y aquí impera la fuerza. De hecho los chinos tienen un modo muy peculiar de reclamar las islas: la línea de la lengua de vaca, le dicen,  un mapa que el Kuomintang chino elaboró a mediados de siglo para justificar sus reclamaciones. En el plano, la línea zigzaguea por el mar del sur de China para, casualmente, acaparar todas sus aspiraciones y darles una consistencia de legalidad en una reclamación un tanto errática que, vista sobre el mapa, adopta esa forma: la de una lengua de vaca. Claro que la consistencia es débil, más allá de la fuerza militar de Pekín, y recuerda a la que Kaplan mencionaba antes, la del Caribe, donde no hubo ni siquiera este burdo intento. Los chinos parecen decir: es nuestro y sanseacabó. Los demás protestan, con poca esperanza de conseguir nada más que una mirada de desprecio, y acuden a la armada norteamericana para que les eche un capote y equilibre fuerzas. Pero cada día que pasa los chinos tienen un mayor potencia económico y pronto llegará el día en el que Pekín ocupe tranquilamente las islas sin que nadie le tosa. Todos los aspirantes tendrán que mirar desde el horizonte, rezar para que la superpotencia económica no les hunda sus economías y recordar cuando sus pescadores se paseaban por unas playas que nunca han dejado de ser un paraíso en la tierra (y un infierno cuando soplan esos tifones huracanados y el mar se levanta en maremotos desbocados).

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Kaplan no es el único en intuir tambores de guerra en la zona: Susan George, en su Informe Lugano, considera más que posible un enfrentamiento entre China y Taiwan, por un lado, y con Vietnam y Filipinas, por otra parte, a resultas de estas islas y Miguel García Reyes alude a fuentes rusas para cifrar entre 15.000 y 30.000 millones de barriles de petróleo el yacimiento que esconde el lecho de las Spratlys (ver su libro 'Estados Unidos, petróleo y geopolítica'). La literatura es abundante y coincidente en la posibilidad de la guerra y, al tiempo y paradójicamente, en su imposibilidad dada la gran superioridad de China en todos los sentidos. Mientras, los habitantes de Palawan, la tierra firme más cercana a las Spratlys, sobreviven como pueden, ahora un tifón, ahora un terremoto, más tarde el olvido del gobierno. Sus playas son paradisíacas, los turistas tienen para elegir El Nido, al norte de la isla, o el río subterráneo navegable más largo del mundo, además de naturaleza desatada y pesca y anacardos a espuertas, pero sometidos, por tanto, al capricho del turismo internacional, que aquí se ve como un maná y al tiempo como una maldición. Mi prima Carmen me regala, así de pronto, dos kilos de anacardos. 'Le vendrán bien para el viaje hasta España', me dice tan fresca que le beso la mano en agradecimiento. Si fallan los turistas, falla la economía de la isla y falla todo...

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Los vietnamitas, volviendo al tema de las Spratlys, dicen que las islas son suyas con algo más de razón que los chinos porque están justo enfrente de sus costas y, además, los franceses las ocuparon durante la colonia de Indochina, por lo que, razonan en Vietnam, es la demostración más palpable de que la isla es nuestra. Para liar la cosa resulta que existen unos escritos del siglo XVII, de la dinastía Nguyen, que las mencionan como propias y se quejan de la falta de agua fresca en esos peñascos repartidos por el mar. Las islas, vistas desde el cielo con el googlemaps, ofrecen bellas estampas de atolones con tonalidades marinas de azules imposibles y sensación de aislamiento absoluto. En algunos casos pueden verse islas donde han construido pistas de aeropuerto tan grandes que duplican la misma longitud del islote, y en otros casos no puede verse absolutamente nada porque la zona está sombreada y se presume que habrá algún tipo de despliegue militar. El petróleo y el gas tienen su importancia pero dicen los expertos que aquí puede encontrarse una décima parte de la pesca de todo el planeta. Tanta es la tensión que los pesqueros chinos navegan acompañados de patrulleras chinas y que no hay semana en la que se produzca alguna fricción que haga temer lo peor a los geoestrategas del sudeste asiático. A ras de suelo no se adivinan esas tensiones y sí un mar de aguas transparentes con extrañas medusas que dormitan en el fondo con la cabeza hundida en la arena...

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Algunos islotes han sufrido remodelaciones que los han dejado irreconocibles, como esta isla filipina Kalaayan, mientras que otras, como la de abajo, aparece sombreada en los mapas, no vaya a verse qué hacen y quiénes...
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Pero si lo que reclaman los vietnamitas parece más coherente que las razones chinas, los filipinos lo rompen con un rápido vistazo al mapa: las islas están a tiro de piedra de Palawan, la isla de mis primos perdidos, el motivo de mi visita a las Filipinas y a Palawan. Claro que también son los más débiles de todos los vecinos, con un gobierno errático y perdido en corruptelas y luchas intestinas contra rebeldes musulmanes y terroristas islámicos radicales, como los que me contó el padre Max en Zamboanga (pincha aquí). Los filipinos tienen verdadera necesidad de acceder a los recursos energéticos y pesqueros de las Spratley pero no parece que sean los que se lleven el gato al agua. Los filipinos, como dije antes, llaman a las islas Kalayaan, que significa Tierra de la Libertad, o Freedomland, despreciando ese nombre tan lioso de Spratly, en homenaje a su supuesto descubridor, un tal Richard Spratley, capitán de un ballenero, y prefieren el nombre que les dio un millonario filipino, Tomás Cloma, que tomó posesión oficialmente en 1956. De hecho las Spratlys están tan cerca de Palawan que los habitantes de las exiguas islas van a Puerto Princesa para avituallarse y hasta el alcalde de Pagasa, uno de esos islotes, vive allí porque los tifones y las olas le impiden residir permanentemente en su hogar. Entre los filipinos la impresión es de que les han robado en sus propias narices y que no pueden hacer nada por evitarlo. Es más: tienen miedo de que les invadan Palawan y están convencidos de que, antes o después, ocurrirá. No tranquiliza saber que incluso los matones de Abu Sayyaf han sido capaces de atacar hoteles en esta estupenda isla y de trasladar a los rehenes al archipiélago de las Jolo y las islas Sulu, que no están precisamente cerca...

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Los taiwaneses también aspiran a pillar cacho. De momento tienen 140 hombres, según asegura Kaplan, en Itu Aba, la mayor de las Spratlys, y como buenos chinos que son, pero isleños, utilizan los mismos argumentos que sus acérrimos enemigos de Pekín. Las islas son nuestras y se acabó, y las razones se solapan con las de los chinos porque, no olvidemos, son los mismos chinos que los del continente, aunque en una isla desde que Mao Zedong expulsó a Chan Kai Shek a lo que hoy es Taiwan.

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La aspiración malaisia es más reciente y hay que remontarse a 1979 cuando Kuala Lumpur pareció caer en que perdía el paso si no reclamaba algo de este embrollo. Y qué decir de Brunei, que reclama como suyas dos arrecifes que están más cerca de Vietnam que de sus remotas costas. Pareciera como que el que no llora no mama en esta región. Y mientras mis primos le hincan el diente a un gran cangrejo que aquí llaman algo así como 'Cucracho', asisto atónito al vaciado de la marea.

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La marea baja en Palawan y parece que el agua huya de los humanos. Intento llegar a la orilla pero está tan lejos que me canso de andar y me siento en un charco a observar cómo los lugareños revuelven la arena en busca de mariscos. Sacan esponjas, cangrejitos, pequeños crustáceos y pienso entonces cómo en ese justo instante alguien en la gaditana playa de la Caleta hace exactamente eso mismo. Pero la marea aquí baja una barbaridad, si trasladara la proporción a Cádiz creo que podría andar desde el castillo de Santa Catalina hasta la mismísima base de Rota sin mojarme los pies. No me extraña entonces que haya tantos islotes que sólo asoman con marea baja. La marea baja aquí es realmente baja... Joel me observa divertido y recuerda que algunos de los islotes en disputa no son otra cosa que producto de la marea baja.

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Por si fuera poco el nivel de tensión que generan esas islas dispersas, las Spratly tienen una historia añadida que les confiere un puntito de marihuanero pasado de rosca. En 1914 un británico llamado James George Meads tomó posesión de algunas islitas, se nombró a sí mismo rey James I y estableció el que llamó Reino de la Humanidad, un reino efímero que desapareció durante la segunda guerra mundial, cuando los japoneses ejecutaron a la guardia real y pusieron a la fuga al heredero, el supuesto rey Franklin I. En 1959 un alemán oriental, Christopher Schneider, fundó la República de Morac Songreti Meads, un reino rival del de la Humanidad, aunque un tifón se lo llevó por delante y murió a principios de los setenta. (Aquí puedes encontrar información sobre la rivalidad de estos dos reinos) . Un lugar apto para orates de la otra parte del mundo que sufran accesos monárquicos y autoritarios de islote. Abandono Palawan sin poder pisar ninguno de los islotes, hacen falta muchos días para embarcarse en un pesquero o varios permisos para sobrevolarlos y no tengo más tiempo. La próxima vez será...

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domingo, 27 de julio de 2014

Viaje a Erevan: la capital de los armenios

yerevan por hachero

En el centro del Cáucaso sur existe un país que tiene mucho de la irreductible aldea de Asterix y Obelix. Se llama Armenia y, como alguien me dijo en la capital de la vecina Georgia, parece levantarse sobre una roca. La entrada en el país desde el norte resulta, a ojos de un profano, un tanto desapacible porque la frase martillea el cerebro y deforma la realidad hasta convertirla en más real de lo que es. 'Es cierto', me decía, 'esto es una roca'. La carretera, que ya en Georgia dejaba mucho que desear, se convierte en Armenia en una vía que en mi país no sería más que una carretera secundaria, aunque en mi país tenemos de todo y no nos ha servido para mucho más que una ruina nacional de órdago. A diestra y siniestra de la vía se abren llanuras rocosas apenas cubiertas por un débil manto de yerba rala, llanuras breves que pronto se levantan en roca furiosa y gris que se eleva al cielo buscando huir de una geografía atormentada por la capa tectónica conocida como Euroasiática. De hecho, las montañas del Cáucaso son el resultado del empuje de la placa árabe contra la euroasiática, un juego de dominó que nos lleva hasta el mismísimo Himalaya y la placa india, de donde parten las tensiones que jalonan todo oriente medio de formaciones rocosas de bella factura y movimientos sísmicos que levantan montañas como las que veo, y que se pierden en el enorme macizo del Cáucaso.

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Admiro con una mueca de disgusto esos picos pelados de roca viva, intensa y gris, yo, que soy de mar, y fuerzo la vista para observar la vida de las pocas familias que parecen habitar las únicas zonas habitables: las riberas de las corrientes, a las faldas de las montañas, protegidos de un clima desabrido por pequeños bosquecillos que parecen soportar estoicos la grandeza de las rocas. Y mientras pienso en cómo la placa tectónica árabe empuja a la euroasiática en su movimiento de dominó desde la lejana India observo a mis compañeros de viaje. Un tipejo fuma alegremente sin importarle la cara de intenso sufrimiento de una anciana con el rostro enmarcado en un pañuelo, una muchacha sostiene su teléfono móvil en alto mientras una horrible música discotequera resuena en el ambiente, el conductor parece enloquecido por estas curvas tan cerradas.

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Y ahí afuera, Astérix y Obélix adquieren forma de cristianos antiguos, cristianos remotos, los primeros cristianos, y los imagino llamándose Asterishian y Obelikian, resistiendo contra los invasores rusos desde el norte, contra los turcos del imperio otomano desde el sur, contra los persas desde el este, mirando en el horizonte la imponente montaña de las Montañas, el monte Ararat, y siendo, ellos también, presa del movimiento tectónico social, el que empuja al ser humano a las grandes epopeyas, ahora mongoles que irrumpen en el corredor de la Anatolia, luego rusos empujados por los delirios de grandeza de sus Pedros y Nicolases, combatidos por los vecinos zoroástricos que antes adoraban el fuego y que ahora son algo así como turcos chiítas, y qué decir de los chiítas mayoritarios, los persas de la inmediata Irán... Si eso no es presión tectónica, pero tectónica social, que venga Dios y lo vea...

yerevan por hachero

yerevan por hachero

Entro en Erevan por la ruta del norte y los primeros barrios tumban mi curiosidad por los suelos. Bloques funcionales de la arquitectura estalinista soviética, muy degradados por el paso del tiempo, me reciben grises y tristones, una sucesión de calles oscuras y tiznadas como de hollín, barrios realmente feos que ondulan sobre la atormentada geografía armenia y que no pueden evitar la agorera frase: 'Armenia está construida sobre una roca...'. Una mansión con gusto a narcotraficante iletrado se enseñorea de aquella colina, unos niños juegan con unos jerseys que me parecen fuera de moda (yo, que vivo en el punto más remoto de las modas), incluso los vehículos son antiguos y parecen pruebas arqueológicas de la mecánica humana. La estación de autobuses tampoco ofrece una imagen mejor. Un abuelo me mira compasivo y trata de animarme: 'allí está el monte Ararat', comenta orgulloso, pero en el horizonte no se ve nada, tan sólo una neblina gris oscura que contrasta con la neblina gris clara que colorea el cielo. 'Bueno, hoy no, tal vez mañana...'. Al borde del colapso tomo un taxi pero el precio me resulta elevadísimo incluso para Londres: ¿está seguro?, le digo al taxista, que me ofrece otro precio, diez veces inferior. Agotado por las siete horas de viaje hacinado en una furgoneta accedo por pura desesperación y le pago un precio que ya se ajusta a mi visión de la realidad (aunque sigo pensando que el taxista ha hecho la semana conmigo).

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No sé qué esperaba de Erevan, y de Armenia en general, aunque sí que lo que veo no se acerca a mis expectativas. El primer país cristiano, me decía, la nación que cautivó a mi excompañero de empresa, José Antonio Gurriarán, autor de varios libros sobre el país y víctima de una bomba que le dejó secuelas en las piernas para toda la vida y una persona muy comprometida con Armenia, mira su blog aquí), el país de nombres que suenan hoy míticos, como Ter Petrosian o Monte Melkonian y los guerrilleros de la terrible guerra del Nagorno Karabagh, la nación que sufrió un horripilante genocidio a manos de los turcos a principios del siglo XX. Había leído mucho sobre Armenia, demasiado tal vez, y ahora la realidad se imponía a mis pies: la entrada en Erevan es descorazonadora. Pero mi opinión cambiaría en unas horas.

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Erevan resulta ser una ciudad vibrante, con avenidas salpicadas con comercios de alto standing, parques, muchos parques y estatuas, muchas más estatuas, una ciudad con pinta de recién sacada del paquete en según qué partes y con reminiscencias a arquitectura soviética en según qué otras. Mi objetivo principal estaba en una colina con nombre imposible para un latino, Tsitsernakabert, donde se ubica el museo del genocidio, un sitio estremecedor atravesado su ambiente invernal por una no menos estremecedora aria, pero Erevan ofrece mucho más. En mente mis objetivos pasaban por visitar el terrible Museo del Genocidio (aquí está la entrada en mi blog) en memoria de los cientos de miles de asesinados a manos de turcos y kurdos y conseguir un visado para el Nagorno Karabagh pero además disfrutaría, pensaba yo, de una ciudad que presumía, desde España, pintoresca y acogedora. También es cierto que no soy un buen turista y siempre acabo donde no debo: por eso si pincháis aquí os saldrá un blog con datos de los sitios más turísticos, por si queréis acercaros.


O este otro, de un colombiano viajero y muy minucioso en sus descripciones: http://blogdebanderas.com/2014/03/04/yerevan-armenia-la-capital-del-primer-pais-cristiano-del-mundo/

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Curiosamente su principal símbolo es inalcanzable. El monte Ararat, que me señalara en vano aquel abuelo a mi llegada, es casi que el mito sobre el que se cimenta la patria armenia, el lugar en el que Noé fondeó su famosa Arca cuando las aguas del diluvio universal comenzaron a descender. Hay quien dice, y esto lo saco del wikipedia, que en las primeras crónicas cristianas se aseguraba que Noé dijo 'Yerevats', que es algo así como '¡¡apareció!!', refiriéndose a la tierra. Un mito como el que cimenta otras civilizaciones, aspiraciones casi que utópicas y que aspiran a conseguir territorios que están lejos y al tiempo cerca. Porque el monte Ararat está en territorio turco, aunque los días claros parezca que flote sobre la ciudad de Erevan. Y decir aquí turco es desenterrar un montón de malos recuerdos y una historia de dos países que se han desarrollado de espaldas, a pesar de que les separa sólo una línea en los mapas. Otra teoría asegura que Erevan proviene de un rey llamado Yervand IV ('El último') y que sería su legendario fundador, aunque los historiadores más serios aseguran que proviene de un castillo levantado por otro rey armenio, Argisthi I, allá por el siglo VIII, y que llamó Erebuni por el esfuerzo que le costó levantarlo (Erebuni significa Fortaleza de la Sangre). Por Erevan pasaron los persas aqueménidas, los medos y los escintios pero no fue hasta el año 301 que Erevan, y los armenios en general, llegaron a su momento cumbre: la iglesia de San Pedro y San Pablo, construida en el siglo quinto, fue el escenario de la declaración de Armenia como primer país cristiano del mundo, gracias a un tipo con un nombre simpático: San Gregorio El Iluminador, santo patrón de los armenios. No busquen la iglesia porque no existe ya: en 1931, en plena efervescencia soviética, las autoridades de la ciudad ordenaron demolerla para construir una sala de cine.

yerevan por Hachero

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Sea como fuere, los armenios llevan con orgullo ese dato, el de primer país cristiano del planeta, nada menos que ochenta años antes que el imperio romano. Un espejismo, en todo caso, que duró apenas un siglo porque en el 428 el territorio cayó en manos de los turcos sasánidas para pasar luego a manos árabes, bizantinas y selyúcidas, mongoles y hasta rusas, aunque siempre intentando mantener esa fe cristiana que es bandera y orgullo. El genocidio de principios del siglo XX, y sus previos de finales del XIX, no borraron a estos Asterix y Obelix del Cáucaso sino que los lanzaron a medio mundo, de manera que, como dije en el post dedicado al museo del genocidio, hay armenios en Moscú y en Marsella, en Nueva York y en Buenos Aires, en Alemania y en Estambul, al estilo del éxodo judío.

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La ciudad es armenia desde su fundación, pues, pero sería absurdo decir que siempre ha permanecido homogénea. Desde el balcón de mi ventana veo sobresalir una cúpula azul de entre la masa de edificios grises y sin apenas encanto. Es la conocida como Mezquita Azul, un templo que usaba la población azerí antes de la sovietización y que como consecuencia de la guerra del Nagorno Karabagh se quedó sin apenas fieles. Sin embargo, ahí está, testigo mudo de que Erevan es armenia pero también fue un kanato, tres siglos atrás, y en el siglo XIX los viajeros la describían como ciudad musulmana perteneciente al imperio otomano. Después del terrible genocidio de 1915, decenas de miles de armenios llegaron a la ciudad desde la Anatolia y más tarde otras decenas de miles desde Siria, Irak, Líbano y los Balcanes, también huyendo pero ya no de los Jóvenes Turcos sino de la descomposición del imperio otomano y de la segunda guerra mundial. Triste destino el de huir siempre de la violencia. La cosa es que hoy Erevan es armenia casi que al cien por cien y que algo tuvo que ver también la política del Kremlin de financiar el metro a las poblaciones con más de un millón de habitantes...

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 Desde mi hotel se ve sobresalir la cúpula de la mezquita azul

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Mi hotel está a las espaldas de la plaza de la República, el centro de la ciudad, con sus ministerios, su enorme espacio público y una fuente que cambia de luces con cada nota musical que rasga el principio de la noche armenia. Las calles están llenas, los cafés rebosan gente y las avenidas del centro de la ciudad no parecen del Cáucaso sino que tienen un nosequé  ibérico, con sus tiendas de ropa de moda, sus pizzerías y restaurantes, tanta gente por las calles. Charles Aznavour, el cantautor francés, tiene su propia plaza, semicircular y que se completa con su casa museo, allá arriba en una montaña, porque Aznavour era armenio, como tantos exiliados que triunfaron en el extranjero. Pero, aparte de ese gran espacio que uno imagina repleto de masas enfurecidas gritando lo mismo vivas a Lenin que derribando sus estatuas, el sitio me parece desabrido y hasta desagradable, parece que los vecinos apenas pasen por aquí si no es estrictamente necesario, o que seas un alto dirigente que se aloja en el Marriot, o tal vez que seas un ministro o vengas a tirarle un zapato. Sigo con mis pesquisas en busca de la embajada del Nagorno Karabagh pero nadie parece saber dónde está y la página web de internet me envía a una dirección que no existe...

yerevan por hachero

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Y eso que pasear por Erevan resulta muy agradable y aquella primera sensación se evapora: de hecho parece que mis recuerdos sean de una ciudad distinta. Encuentro un gran parque frondoso y primaveral y veo novios escondidos tras unos matorrales, parecen jugar al escondite, la novia es toda una beldad y me mira alegre, me sonríe, hace un gesto extraño con los morritos y comienzo a ponerme nervioso hasta que localizo a un fotógrafo justo a mis espaldas: aún así le hago una foto yo también. Pronto me aburriré de hacerles fotos: hay bodas por doquier... ¡¡Pero hay fotógrafos!! Alguno sabrá, pienso, dónde está la esquiva embajada de Stepanakert. Pregunto y sus caras se transmutan en poema armenio: ni idea...

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El tiempo es agradable, aún no ha llegado la temporada de nieves que sumerge a la ciudad en un manto blanco y resbaladizo así que los vecinos se entretienen al aire libre aprovechando las últimas semanas de sol.

yerevan por hachero

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Sus parques, sus jardines, la multitud de estatuas que recuerdan que esta es una ciudad de músicos y de artistas. Arno Babajanian continúa tocando estruendoso y ensimismado su enorme piano bajo la tenue luz de un farol mientras su enorme nariz apunta directamente al cielo (y sospecho que incluso ensarta a la luna), Alexander Spandiaryan parece pensar una aria mientras que la de Aram Khachaturian soporta estoico las protestas que cada día toman la explanada de la plaza de la ópera, verdadero centro de reuniones y mítines de la ciudad.

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Vistas desde La Cascada

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Mención aparte merece la Cascada, una obra de un arquitecto llamado Alexander Tamanian, que también diseñó la Ópera, y de las que no sé muy bien qué pensar. Justo donde acaba la zona llana de la ciudad, Tamamian aprovechó la colina para construir una escalera de 118 metros escoltada por todo tipo de esculturas, desde conejos a señoras gordas al estilo de Botero. La escalera debía de ser todo un símbolo para los erevaníes pero resultaba extraña ahí tan sola así que un millonario norteamericano, pero de origen armenio, Gerard Cafesian, se lanzó a horadar la colina para acompañar la escalera con un museo construido a varios niveles. Tampoco sé qué pensar de la Ópera, un edificio circular y tocho, gris y que me trasmite tristeza y pesar, no me pregunten por qué: serán los grupos de jubilados con aspecto de no llegar a fin de mes que merodean por los jardines, o tal vez una protesta que de repente llena la explanada de lugareños con el puño en alto, o puede que me recuerde a esos barrios deprimentes de las ciudades soviéticas. El caso es que miro el edificio de la ópera y no termina de gustarme... Paro a un taxi y le ruego que me lleve a la embajada del Nagorno Karabagh, esté donde esté. 'Ni idea', me dice, y le muestro entonces la dirección que viene en internet. La examina y termina siguiendo mis pasos por la ciudad: aquí ya estuve, le digo, y ahí también, en ese cibercafé ya pregunté, le grito, y en aquella librería también... 'Tal vez haya que comenzar de nuevo y pensar que la ciudad ha crecido con nombres que a veces se repiten', me guiña un ojo el taxista mientras mete cuarta en un estrecho callejón.

yerevan por hachero


yerevan por hachero

Por fin consigo encontrar la embajada del Nagorno Karabagh (el taxista me agradece que se la haya enseñado, me dice, porque no tenía ni idea de que existiese) y los lentísimos funcionarios me preguntan si me pegan un estrepitoso visado en el pasaporte o me lo dan suelto. 'Péguelo', le dije confiado y la chica, tras echarme una mirada compasiva, me lo pega con cierta saña. 'Muchas gracias', dice, 'ahora no podrá entrar nunca en Azerbaiyan...' Eso es cierto, si las autoridades del país vecino encuentran ese visado puede encarcelarte sin contemplaciones. Sin embargo, y a pesar de todo, entré en Azerbaiyan, aunque con cierto truco porque sólo pisé la parte ocupada por el ejército armenio, en la devastada ciudad de Agdam, pincha aquí para verlo. Hasta Stepanakert, capital del Nagorno, me quedaban larguísimas horas sentado en un taburete en el interior de una furgoneta atestada de personal que circulaba por una nueva versión de aquel 'país levantado sobre una roca'. Erevan tiene otro aire cuando se conoce. De hecho, volvería otra vez. De hecho, volveré otra vez...


domingo, 13 de julio de 2014

Viaje a Cuba: en el santuario de la Virgen del Cobre (o de la Caridad)


El 1 de febrero de 1959 Fidel Castro escapó indemne del primero de los más de seiscientos atentados que sufrirá en su vida. Un soldado de las derrotadas fuerzas de Fulgencio Batista arrojó una granada en mitad de una procesión de devotos que se dirigía a pie desde Santiago de Cuba para agradecer a la Virgen de la Caridad su apoyo a la revolución. La estampa no deja de tener su interés: Fidel Castro procesionando para dar gracias a la Virgen por el éxito de la revolución, aunque la realidad es más prosaica: el terrorista, José Duany, pretendía hacerse con un coche patrulla pero se le cayó la granada y explotó sin que llegara a divisar jamás al jefe de los revolucionarios, del que no llego a averiguar si procesionaba realmente o no... La virgen del Cobre, o de la Caridad, tiene tal presencia en la vida de Cuba que quiso estar presente, ella también, en el momento más importante de la Cuba moderna y ser escenario del primer atentado que, oficialmente, sufría Fidel Castro...

'Mi madre era creyente fervorosa, rezaba todos los días, siempre encendía velas a la virgen, a los santos, les pedía, les rogaba, en todas circunstancias, hacía promesas por cualquier familiar enfermo, por cualquier situación difícil, y no sólo hacía promesas sino que las cumplía. Una promesa podía ser visitar el Santuario de la Caridad y encender una vela, entregar una ayuda determinada, y eso sí era muy frecuente...'. No son palabras de un devoto sino del mismo Fidel Castro al teólogo brasileño Frei Betto, una prueba más de que los revolucionarios tenían una relación en muchos casos íntima con la venerada talla cubana. (Conversaciones con Frei Betto, página 104, puedes ver la conversación pinchando aquí)

cuba virgen cobre por Hachero

La Virgen de la Caridad es un símbolo tan potente en Cuba que inspiró a los barbudos pero también a los independentistas mambises que lucharon contra los españoles en el siglo XIX, un símbolo de 'cubanía' a cuyos pies se han arrodillado papas y jefes de estado, atletas de reconocido prestigio y gentes de toda condición, su carisma es tan grande que los cubanos del exilio tienen su propia talla, sacada de Cuba de incógnito y venerada en una ermita erigida en Miami mirando frontalmente a la isla, un referente que une a negros y blancos, a gentes de dinero y pobres de solemnidad, a los seguidores de Cristo y a los yorubas seguidores de los Orishas...

cuba virgen cobre por Hachero

Llego a El Cobre en un coche de alquiler y lo primero que encuentro es una celebración de santería en la plaza de la ciudad: los tambores resuenan estridentes y frenéticos, una mujer se contorsiona en círculos, otra le pasa una piedra por el cuerpo, todo indica que se procede a una limpieza de espíritu. Nada más lejos de la fe cristiana, pienso mientras tengo que desdecirme: cada 8 de septiembre miles de cubanos peregrinan a la ermita de la virgen del Cobre para rendirle homenaje, una fecha que coincide con el día de Oshun, la diosa del amor y la belleza en el panteón Yoruba, aunque Oshun es algo más y también le pega la coquetería, la sensualidad y la sexualidad femenina, amén de la fertilidad, algo que tal vez rechine en los oídos de Roma pero que confiere a la virgencita un plus que pega más con la imagen de patrona de una isla tan sensual como de hecho es Cuba.

'La religión en Cuba, como todo lo demás, es disparatada y burlona', me cuenta Ketty Castillo, periodista, escritora y una profunda conocedora de la realidad cubana. 'El sincretismo entre la religión católica y las religiones africanas ha convertido a santos y vírgenes en deidades voluptuosas, cachondonas, traviesas, iracundas, muy humanas, en definitiva. En realidad, la religión predominante es la yoruba, procedente de las religiones africanas, pero sincretizada. Hasta los que dicen que no creen van a consultarse con el babalao.'. Una mezcla de religiones en la que los extremos se escondían para no perderse y en la que la barrera entre ambas creencias quedó solapada en un laberinto de sentimientos. 'En este sentido, la Virgen de la Caridad del Cobre en el sincretismo es Oshun, la diosa del amor, la dueña de las ríos, manantiales y todas las aguas dulces, la misma que bailaba con su cuerpo cubierto de miel para atraer a los hombres. Muy promiscua, vaya...'

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Historia de la Virgen de la Caridad


Juan Moreno tenía diez años cuando encontró flotando en el mar una talla religiosa con forma de mujer que portaba una tablilla con una misteriosa leyenda: 'Yo soy la virgen de la Caridad'. Juan no iba solo: le acompañaban dos amigos, esclavos como él, sólo que Juan Moreno era negro y los otros dos indios, probablemente taínos. Pero Juan tenía algo más: una portentosa memoria. Tan es así que 75 años después fue capaz de describir minuciosamente aquel hallazgo de sus tiempos pretéritos ante toda una autoridad eclesiástica, en concreto ante el cura rector de Minas de Santiago del Prado, que quiso averiguar qué se escondía detrás de ese culto a una imagen del que hablaba ya media isla. Juan, que tenía ya 85 años, se declaró esclavo negro, lo que nos da pie a imaginar que el hombre que iba a cambiar la historia espiritual de la isla había llevado una vida de privaciones y órdenes, y que las autoridades eclesiásticas no podían evitar la propagación del culto pero sí al menos ponerle cara a su autor. Y a Juan Moreno no le falló la memoria.

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Juan declaró que él y sus amigos navegaban en una canoa en busca de sal cuando vieron 'una cosa blanca sobre la espuma del agua' y, niños que eran, se acercaron atraídos por la curiosidad, no fuera a ser un pájaro. Ya más cerca, dice Juan, los pequeños bromearon que parecía una niña pero su asombro se incrementó cuando niña no pero sí estatuita de mujer con un niño en brazos, 'y siendo sus vestiduras de ropaje se admiraron que no estaban mojadas'. El hallazgo se extendió, las autoridades de las Minas levantaron un pequeño altar, deseosos de adorar lo primero que pasara por la zona, al altar se le añadió una lámpara de cobre, al cobre devoción y a la devoción la extraña historia de Rodrigo, otro de los niños, de que la talla desaparecía por la noche pero volvía por las mañanas con los vestidos mojados. El padre Bonilla, un franciscano al cargo de las almas del lugar, supo que algo gordo se cocinaba en aquella figurita y ordenó ponerle un altar como Dios manda en la iglesia del lugar, y no en un rincón de una casa cualquiera. Pero como la fama de la virgencita crecía, el cura ordenó algo más: que le construyeran una ermita. Y cuando semejante orden estuvo dada, tres misteriosas luces brillaron durante tres noches en una loma que terminó siendo, casi que por aclamación popular, el hogar de tan devota figura. El boca a boca hizo el resto y la fama de milagrera se extendió por la región, atrayendo devotos de la cercana Santiago de Cuba pero también de la lejana Bayamón.

Durante siglos la historia de Juan Moreno parecía una leyenda y el mismo Juan una fábula pero el historiador cubano Leví Marrero consiguió encontrar en 1973 entre los legajos del Archivo de Indias, en Sevilla, la carta firmada por notario público en la que se relataba la aventura de Moreno.

Si pinchas aquí está el relato de Juan Moreno.

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La virgen de la Caridad, que entre los mineros era la virgen del Cobre, rápidamente se hizo famosa entre los cubanos por varios motivos: eso de que fueran tres niños esclavos los que la hallaron entusiasmó a amplias capas de la sociedad, que la rebautizaron como 'la virgen de los pobres'. En 1868 acudió a la ermita Carlos Manuel de Céspedes, el líder de los mambises, los independentistas cubanos que luchaban contra la corona de España, una visita y una devoción que le añadieron un título más a la virgen de la Caridad, del Cobre, de los pobres Cubanos: virgen de los Mambises, o virgen Mambisa. El general Antonio Maceo dijo que la virgen luchó a su lado en Manigua y la figura de la virgencita se fue ampliando hasta pasar de los pobres mineros del oriente de la isla a madre de la emergente nación cubana. La fama fue tan a más que en 1916 el papa Benedicto XV la nombró Patrona de Cuba, a instancias de los veteranos de la guerra de la independencia contra España, y en 1998 el papa Juan Pablo II la revistió, en su viaje a la isla, de la Santa dignidad del Vaticano, que quiere decir que recibe el refrendo de las autoridades eclesiásticas para Siempre y Jamás. Una relación, eso sí, que en los últimos años, pese a la devoción que muchos revolucionarios sentían por ella, se enfrió hasta la congelación por la tradicional desconfianza que sentían los dirigentes de la curia por los movimientos revolucionarios.

cuba virgen cobre por Hachero
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La devoción por la figura del cobre es tan grande que apenas hay una personalidad en la isla que no le haya rendido devoción alguna que otra vez: aquí, Javier Sotomayor, uno de los atletas más reconocidos internacionalmente
De la íntima relación de algunos miembros del clero con los barbudos dan fe hechos que a día de hoy pueden resultar desconcertantes. Corría el año de 1958 cuando Raúl Castro estrechó la mano en Sierra Maestra de Eliseo Castaño, paúl de Santiago de Cuba y capellán al fin y al cabo. Raúl había solicitado un sacerdote para que atendiera a sus hombres, dice Ignacio Uría en su libro Iglesia y Revolución en Cuba: pincha aquí. Eliseo era un sacerdote que volvió maravillado del orden y honestidad de los sublevados, según explicó en su regreso a un colectivo, el religioso, que contaba con figuras como el fraile franciscano vasco Ignacio Biain, que denunciaba la injusta realidad de la sociedad cubana desde la revista que dirigía, La Quincena. Biain se convirtió en uno de los más firmes defensores de Fidel Castro tras la revolución y la jerarquía eclesiástica, triste y contrariada, lo retiró de la revista y le prohibió predicar. En la memoria de todos estaba la intervención del obispo de Santiago, Monseñor Enrique Pérez Serantes para proteger la vida de los barbudos asaltantes del cuartel de Moncada, sobre todo de la firmeza con la que defendió al propio Fidel. Entre los guerrilleros se encontraban sacerdotes como Guillermo Sardiñas, conocido como 'el padre de la sotana verde olivo' y considerado el primer cura guerrillero de Latinoamérica...


Sin embargo, el apoyo de parte del clero cubano no encontró el mismo entusiasmo en las élites eclesiásticas y, en algún momento, la cosa se torció. Las autoridades católicas desconfiaban de aquellos tipejos que abogaban por sacudir el orden establecido y que se proponían expropiar las propiedades de los ricos para repartirlos entre los más pobres. 'La religión católica', continúa Ketty Castillo, 'al principio de la Revolución tuvo un enfrentamiento muy fuerte porque se posicionó abiertamente contra el proceso revolucionario, apoyando y dando cobijo en las iglesias a los autores de atentados'. Sobre la relación de la revolución cubana y la iglesia católica, centrado en el culto a la virgen del Cobre, despeja muchas dudas este estudio del antropólogo mexicano Félix Báez-Jorge, 'La Virgen de la Caridad del Cobre y la historiografía cubana (Dogmatismos y silencios en torno al poder y la nación'.

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Dos hechos confirmaron que la distancia entre las autoridades católicas y los barbudos sería cada vez mayor. Por un lado, la operación Peter Pan, por la que el gobierno norteamericano, en connivencia con las autoridades católicas y los cubanos en el exilio, 'orquestaron una campaña difundiendo el bulo de que el comunismo iba a quitar la patria potestad a los padres y que los niños serían enviados a Rusia para su adoctrinamiento', comenta Ketty Castillo. 'Ante este temor, miles de padres enviaron a sus hijos a los EE.UU', confiando además que la revolución duraría unos meses pero el régimen permaneció, los vuelos comerciales entre los Estados Unidos y Cuba se suspendieron y muchos de los niños terminaron siendo dados en adopción, 'y nunca más volvieron a ver a sus padres...'. El número de niños se estima en unos 14.000, muchos esperaron durante meses que llegaran sus padres para reunirse con ellos, pero no llegó nadie. La segunda acción católica tuvo mucho que ver con Juan Moreno y El Cobre: los anticastristas consiguieron, en una fecha tan temprana como 1961, sacar exiliada (ella también) una imagen de la virgen de la Caridad que se guardaba en la parroquia de Guanabo, en La Habana, después de haber sido sustraída y oculta en la embajada de Italia, para que los cubanos de Miami pudieran rezarle a su añorada patrona. La imagen de la virgen fue de campamento de exiliados en campamento de exiliados por toda la Florida hasta que en 1967 se construyó una ermita a la Caridad en el exilio. Tanta es la devoción que el arzobispo de Miami ordenó la fundación de una cofradía de la virgen de la Caridad en la Florida...

'A raíz de esos acontecimientos', continúa Ketty Castillo, 'el Estado cubano rompió relaciones con la iglesia y prohibió a los militantes comunistas que practicaran la religión católica, o lo que es lo mismo, si eras católico practicante, no podías ser militante comunista'. Sin embargo, nunca se cerraron iglesias y el culto religioso, bien fuera católico, evangelista, judío o mormón, siempre se toleró. 'Existe libertad religiosa, en definitiva, y volviendo a las religiones de origen africano, hay muchos militantes comunistas que la practican. A mí, que soy atea por la gracia de dios, el sincretismo y todo lo relacionado con las religiones africanas, que se da en muchos países de America Latina, me parece fascinante: eso de echarle ron a los santos cada vez que se abre una botella, para que no se enfaden, o decirle a un santo: como no me concedas esto o aquello te tengo a pan y agua y no te vuelvo a poner ni ron, ni fruta ni pasteles... es sublime...'.

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El santuario se encuentra en el punto más alto del cerro de Maboa, a 27 kilómetros de Santiago de Cuba, y a unos kilómetros de El Cobre, una construcción de principios del siglo XX que no asombra para nada a un vecino del sur de España y que podría imaginarse el edificio en cualquier municipio andaluz. La antigua ermita se había derrumbado en 1906 a resultas de la actividad propia de una mina: explosiones y excavaciones. Eso sí, el interior es otra cosa. Bajo el camarín de la virgen se encuentra la capilla de los milagros, donde los creyentes depositan todo tipo de ofrendas: hay joyas de oro, piedras preciosas, llaveros y llaves, cartas manuscritas, cadenas, ropa, muñecos, medallas olímpicas, bates y guantes y pelotas de beisbol. Entre los exvotos que se acumulan en las paredes, las urnas y las repisas deben de encontrarse los que entregó la madre de Fidel Castro mientras su hijo luchaba en Sierra Maestra. En el interior del templo las devotas venden imágenes en miniatura de la virgen, una figura de lo más kitch encapsulada en una burbuja de cristal sostenida por un remedo del altar original cubierto de restos de mineral de las explotaciones. De hecho: cobre en virutas...

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