sábado, 1 de febrero de 2014

Viaje a Filipinas: en el río subterráneo navegable más largo del mundo




El Río Subterráneo Navegable Más Largo Del Mundo tiene, en su ostentoso título, un truco con el que refuerza su propio destino: navegable. Los vecinos de la isla filipina de Palawan enseñaban orgullosos esta corriente fluvial a los pocos turistas que se acercan a este cuasi fin del planeta con el título del Más Largo del Mundo hasta que en 2007 algún espeolólogo malvado encontró uno mayor en un país rival y a la par muy enlazado con la historia nacional: México. Y no sólo en un país rival, por aquello del turismo, sino en una región que acapara el grueso de esta industria: la riviera maya. Aquel río se llamó Sac Actun y tiene, nada menos, que 155, ciento cincuenta y cinco, kilómetros de longitud. Los vecinos de Palawan, uno de los destinos turísticos más espectaculares de las Filipinas, sufrieron una suerte de shock colectivo: en comparación, el entonces conocido como ‘El Río Subterráneo Más Largo Del Mundo’ parecía un ridículo arroyuelo con sus 8,2 kilómetros de longitud.


Pero lejos de amilanarse ante la amenaza mexicana, los filipinos encontraron una diferencia crucial: el ‘nuestro’ es navegable, descubrieron alborozados. Una diferencia nada desdeñable porque el tal Sac Actun sólo es válido para espeolobuzos mientras que en el filipino es posible efectuar un recorrido subido en un barquito local (los conocidos como bangkas). Por si no fuera poco, los mexicanos descubrieron otros dos ríos subterráneos de enorme longitud: el Ox Bel Ha, con 146 kilómetros, ciento cuarenta y seis, y el Dos Ojos, de casi 58 kilómetros, cincuenta y ocho (este sistema apareció en la década de los ochenta pero por razones previsibles se le obvió también con la excusa de que no era un río sino un sistema de corrientes conectados pero sin entidad como río en sí).


La amenaza se cierne sobre la hermosa isla de Palawan porque, por si fuera poco, científicos brasileños aseguran que bajo la Amazonía fluye misterioso otro polémico río más con una longitud de nada menos que seis mil kilómetrosy que lo hace a cuatro mil metros de profundidad. Ante tamaña adversidad, o cúmulo de adversidades sobrevenidas, los vecinos de Puerto Princesa no se amilanaron sino que indagaron para descubrir alguna peculiaridad que fuera única (aparte de que la UNESCO les concedió el muy preciado título de Patrimonio de la Humanidad). Y lo hicieron: somos navegables, se dijeron con alborozo, y vosotros no. Y es rotundamente cierto: el Río Subterráneo Navegable Más Largo Del Mundo es, precisamente, navegable, mientras que los ríos más largos del mundo son, a su pesar pero tampoco tanto, subterráneos sin más y accesibles por tanto tan sólo para especialistas en el buceo con bombona en grutas cavernosas.


En la desembocadura del Río Subterráneo Navegable Más Largo Del Mundo se despereza un lagarto de enormes proporciones. Es el varanus salvator marmoratus, o lagarto monitor, que alcanza los dos metros de longitud y se traga alegre pollos, ratas y todo lo que pille, un primo de los terribles dragones de Comodo, sanguinarios asesinos que matan con su sola saliva (espero que estos no lo sean). Uno de los motivos por el que este entorno es Patrimonio de la Humanidad: la fauna, la flora, la exuberante selva filipina y el paisaje kárstico calizo se unen a la corriente subterránea (y navegable) para conformar un lugar de ensueño.



Accesible tan sólo desde la cercana ciudad de Sabang a bordo de las peculiares lanchas filipinas, los bangkas, que me recuerdan a esos grandes mosquitos zancudos que desafían la superficie de los ríos, el trayecto desde la playa de arenas blancas hasta la boca del río de marras es una sucesión de enormes tortugas que se acerca para fisgonear al turista, grandes peces que deambulan serios y enseñoreados de la zona y de montañas tapizadas con selva primaria que se asoman al mar lanzando mechones vegetales de manglares navegantes. La vaca de mar, dice el lanchero, no ha venido hoy. Lástima porque una vaca de mar siempre es un espectáculo, aunque no sea retinta. La desembocadura del Río Subterráneo Navegable Más Largo Del Mundo aparece de pronto, tras una roca en forma de velero, oculta tras unos manglares frondosos, otra playa blanca y aguas traslúcidas y uno se explica que, por si no fueran pocos los títulos que ya ostenta, le sumen otro más: desde 2012 es una de las Siete Maravillas del mundo Natural. Abrumados con esta retahíla de reconocimientos, los murciélagos salen en desbandada ante la presencia humana, que siendo numerosa no es precisamente molesta: tal vez porque la inmensa mayoría son coreanos y japoneses y parecieran parte del entorno (de no ser por sus enormes teleobjetivos).



Situado a 50 kilómetros de la capital de la isla, Puerto Princesa, el parque nacional lleva el nombre de esta ciudad, a pesar de que está a los pies de la de Sabang, una salvedad que a los locales de esta última no parece importunar para nada. El río de marras saltó a la fama en 1887, en plena decadencia del imperio español (así que podemos decir que el Río Subterráneo Más Largo Del Mundo fue español en su momento). Claro que los locales lo conocían de antiguo pero no se atrevían a acercarse porque aseguraban que vivían espíritus en sus profundidades. Fue un profesor de Michigan, Dean Worcester, el que dio las primeras pistas sobre su ubicación. A mediados de la década de los años cincuenta el gobierno filipino pareció darse cuenta de que el lugar merecía cierta protección por lo exuberante de su floresta y lo singular de su río, pero no fue hasta el 26 de marzo de 1971 que se estableció oficialmente el Parque Nacional del Río Subterráneo de Puerto Princesa y en 1999 cuando la UNESCO lo elevó a categoría de patrimonio de todos.


El río en cuestión cuenta con 8,2 kilómetros de longitud (una minucia comparado con los mexicanos y casi microscópico con el supuesto del Amazonas), de los que son navegables alrededor de la mitad (y de los que enseñan al público algo más de un kilómetro y medio). Su salida al mar de China embelesa a los coreanos, que dudan sobre si lograr la foto más audaz desde el interior de la desembocadura aunque abandonan abatidos por el inclemente sol (y por la profundidad de la boca), más que por los carteles que prohiben expresamente el baño. La profundidad ronda los ocho metros en sus tramos más profundos y supongo que lo más importante se encontrará a partir de ese kilómetro y medio en el que los visitantes dan la vuelta y que sólo es accesible para científicos y profesionales de la humedad a oscuras: en 2008 un grupo de espeleólogos italianos encontró un fósil de vaca marina de un millón de años y una sala, conocida como la sala italiana, con una altura de ochenta metros.

Visitar el Río Subterráneo Navegable Más Largo del Mundo no es cualquier cosa. El gobierno local de Puerto Princesa tiene las competencias administrativas sobre el asunto y los filipinos tienen la pesada herencia hispana de la burocracia lenta y parsimoniosa. Antes de partir a Sabang hay que pasarse por un gran edificio y presentar la identificación, las credenciales y casi que una carta de amor en chabacano para que las autoridades locales se dignen a concederte un permiso especial que habrán de validarte las autoridades paralelas desplegadas en el puerto del parque nacional, cincuenta kilómetros más allá.



La entrada al río es también la salida del río y un lugar perfecto para embarcarse: una laguna de aguas turquesas en la que bandadas de peces miran a los turistas con la condescendencia del que se sabe dueño de la situación. El guía desgrana una cascada de tópicos durante el tour mientras los murciélagos que pueblan las oscuras alturas sueltan otra cascada de recuerdos digestivos. Las galerías dan paso a enormes cámaras con parecidos razonables que me recuerdan las de mi tierra: la gruta de las Maravillas, en Aracena. ‘Allí vemos a una estupenda señorita’, grita el guía mientras el turista de proa mantiene a duras penas una linterna, ‘es Sharon Stone’, remata el graciosete en un chiste tan repetido que incluso viene en las guías de viaje.




El guía remata su particular marasmo de tópicos: aquella roca es la virgen María con el niño en brazos, aquella de más allá una enorme papaya y ese cúmulo de rocas enrevesadas es un árbol del mango. El río transcurre lento y vaporoso, humedeciendo las camisetas del visitante para solaz del murciélago, allá en las alturas, y desesperación del aficionado a las fotos, que ve cómo el objetivo de la cámara lucha contra la condensación. La visita en sí acaba pronto, no más de cuarenta y cinco minutos, con barcas que se cruzan de cuando en cuando iluminando las grietas y estalagtitas de los techos, los bultos y estalagmitas de las orillas, un recorrido que puede dejar indiferente al que espera apariciones milagrosas y animales fantasmagóricos surgidos de las profundidades pero que no deja de tener interés. En cualquier caso, yo, que no soy aficionado a visitas guiadas ni acompañar a otros turistas en las dudosas exploraciones grupales, me marché agradado, sudado y sediento: no olviden llevar una botella de agua, por el amor de los espíritus de la caverna: el calor a oscuras es otro tipo de calor..

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