martes, 11 de febrero de 2014

Viaje a Filipinas: el Frente Moro de Liberación Nacional toma Zamboanga

Arnold Hachero

Arnold Hachero, mi 'primo' en Zamboanga, sur de Filipinas, describe lo que está viviendo así: 'La situación aquí no es nada buena', asegura, 'todo está cerrado, hasta los bancos, así que tampoco hay dinero, el miedo lo invade todo y las tiendas no abren, o lo hacen por poco tiempo'. El desabastecimiento es general. Los colegios están cerrados, los bancos, las tiendas y los centros comerciales. Los pocos que se atreven a abrir, cierran a las pocas horas. Muchas familias están separadas porque el conflicto les cogió en diferentes partes de la ciudad y con la llegada del ejército y los enfrentamientos no han tenido ocasión de regresar a sus casas ni encontrar a sus parientes. Arnold, y sus amigos, alivia en lo que puede el destino de los más desfavorecidos a través de la distribución de la ayuda humanitaria que almacena alguna asociación caritativa de la ciudad.

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Todo comenzó el pasado 9 de septiembre de 2013 cuando varios comandos del Frente Moro de Liberación Nacional FMLN entraron en la ciudad de Zamboanga y se dividieron por los barrios con un objetivo definido: crear el terror y vengar una pretendida afrenta. El FMLN es un grupo musulmán conformado en guerrilla nacionalista que busca la independencia de la mayor parte del sur de las islas Filipinas, donde los musulmanes son mayoría. Sin embargo, la ciudad de Zamboanga es una isla de cristianismo, católico en su mayoría, en este mar islámico. No sólo eso. Zamboanga es la ciudad en la que el gobierno de Filipinas mantiene unas tensas negociaciones con el Frente Moro de Liberación Islámica, una escisión del Frente Moro de Liberación Nacional con una evidente orientación religiosa. El gobierno negocia la creación de una entidad autónoma que habría de llamarse Bangsamoro, que a su vez sustituirá a su versión antigua, la Región Autónoma en Mindanao Musulmán, otra utopía sobre la que orbitan interminables conversaciones que, hasta hoy, no han logrado nada.

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El FMLN, que a su vez desarrolla otras negociaciones por su parte, aceptó mal que sus primos tomaran la delantera en esto de las conversaciones por la paz y su líder, Nur Misuari, exigió la independencia de todos los enclaves musulmanes del sur durante el pasado mes de agosto. Es decir: Mindanao, Basilan, Palawan, Sulu, Tawi-Tawi y hasta los territorios malayos de Sabá y Sarawak (que es el norte de la isla de Borneo, Kalimantan para los indonesios). Una cadena de islas paradisíacas en las que, no obstante, se esconde el terror, el terror de la pobreza de campesinos olvidados, de pescadores miserables, de aldeas medio abandonadas, del caldo perfecto para que la sopa de la indignación tome la determinación más radical. La de que nada ni nadie importa.

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Por eso crean el terror pero también, como decía arriba, por una afrenta. Dicen por Zamboanga que los enfrentamientos comenzaron cuando un contingente de varias decenas de guerrilleros llegó a la ciudad para preparar la llegada de Musari y montar el dispositivo de escolta pero la policía no consintió nada de esto y los detuvo. Desde aquel incidente, los muertos se cuentan ya por decenas, los heridos por cientos y los rehenes por muchos cientos, aunque el número fluctúa porque el ejército libera a unos mientras los rebeldes secuestran a otros.

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El asedio ha desplazado, hasta hoy, a más de 70.000 personas, el barrio de Santa Catalina ha sido el principal escenario de enfrentamientos entre los guerrilleros y los soldados regulares del ejército filipino pero las autoridades han evacuado muchos barrios más, la mayoría al sur de la ciudad: Santa Bárbara, Talón-Talón, Río Hondo y Mampang están hoy medio vacíos y sus poblaciones se queman al sol de escuelas y complejos deportivos a las afueras de la ciudad. Bless Hachero, que también es 'prima' mía, cuenta su experiencia: 'Podemos escuchar el fuego de metralleta y las bombas caer en Santa Catalina', escribe aterrada mientras asegura que su barrio parece en calma. Lo que comenzó como una sucesión de refriegas involucró pronto a la aviación estatal, que ha bombardeado las zonas en las que los rebeldes se hicieron fuertes y los muertos se contaban por decenas al cabo de una semana. Los comandos especiales del ejército toman las calles vestidos de camuflaje, fusil en mano, cualquier movimiento es sospechoso, permanecer en la calle es un riesgo en sí mismo.

Arnold Hachero
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Con sus amigos del Rotary East Club, Arnold distribuye los pocos alimentos que consigue entre las almas caritativas. Sobre el césped del complejo deportivo los más afortunados han levantado pequeños chambaos bajo los que espantar el espantoso sol tropical: el resto duerme como puede en el graderío. Arnold y sus amigos ocupan posiciones claves en el municipio: Vernon capitanea los transbordadores a la cercana isla de Basilan, feudo de otro grupo terrorista: Abu Sayyaf, Dominador Flores es el jefe de los bomberos, entre todos remueven agenda y encuentran cajas de alimentos donde no había nada. La ayuda es una gota de agua en el océano, alrededor de diez mil personas se aburren soberanamente en el desvencijado campo de fútbol. A las ocho de la tarde, ya de noche, comienza el toque de queda que les sumirá en el silencio hasta las ocho de la mañana.

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Yo mismo con el señor Dominador Flores

La ciudad latina del sudeste asiático, Zamboanga la bella, la antigua fortaleza española en la que se desarrolló un idioma único, el Chabacano, resiste hoy, mal que bien, frente al invasor musulmán, como siempre, como hicieron los conquistadores españoles frente a los islámicos que ya poblaban esta región antes que los cristianos, una confrontación con mucho de político pero algo más de religioso y mucho más de choque de civilizaciones. Un enfrentamiento que nos ha dejado monumentos extraordinarios, desconocidos en España, como las iglesias fortalezas de las Visayas, el fuerte del Pilar de Zamboanga, el mismo idioma chabacano. Perfectos desconocidos en su patria de origen que mantienen su idioma contra viento y marea, contra ataques y olvido, que mantienen su religión y su cultura contra la indiferencia incluso de sus primos del otro lado del mundo. Porque muchas veces duele más la indiferencia que las balas de los rebeldes.

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