domingo, 12 de enero de 2014

Viaje a Macedonia: con los gitanos de los Balcanes


A las afueras de Kumanovo, en el norte de Macedonia, un muchacho gitano me llama divertido: ven, parece decir. Me lleva por una suerte de laberinto entre paredes endebles y ropa tendida, casuchas que tiene mucho de precario y que parecen levantadas a base de remiendos. Esa tiene una reja por puerta y otra por techo, de aquella sale un gato como alma que lleva el diablo y en aquella ventana una abuela con henna en el pelo me mira mientras mueve su mandíbula. El muchacho no quiere nada en concreto, tan sólo pasear al extranjero por su barrio, sus amigos pronto salen al encuentro, quieren fotos, me tocan, me miran, me escudriñan y yo los miro divertido. Son gitanos, los gitanos de los Balcanes que tanto miedo inspira al común de los mortales cuando se los cruzan en el metro, en una calle oscura, en un descampado. Mustafá sale de una oquedad que él llamaría calle y quiere comprar a mi acompañante. Todos reímos la ocurrencia y hasta veo el cielo abierto: ¿cuánto? Más risas, perros ladrando, un niño llora. Vigilo la bolsa de la cámara, colgada de mi espalda, y me avergüenzo al descubrir que tengo el chip de alerta: son gitanos. Claro que me avergüenzo de avergonzarme porque si no fueran gitanos también estaría con el chip alerta. Es mi cámara y no conozco el sitio. Y entre vergüenza y contravergüenza, entre choque de manos y risas, pienso que estos gitanos, los Rom, son un milagro con patas y probablemente unos portentos genéticos porque, recordemos, no hay gobierno ni pueblo que no los haya perseguido con intenciones de exterminio.
Los gitanos de Macedonia, según Eben Friedman, están entre los más integrados de Europa y aunque el 59% de sus paisanos les demuestran cierta aversión, resulta que el porcentaje de odio que los macedonios dicen sentir por albaneses, judíos o turcos es mucho mayor (triste consuelo, vive Dios). Los gitanos, los Rom, de Macedonia están por todas partes, a pesar de no llegar al 3% de la población, dice el censo que son algo más de 53.000 pero las ONGs responden que no, que al menos son el doble y que entre el 80 y el 90% no encontrarán jamás un trabajo estable. Es decir: lo normal entre el pueblo gitano de los Balcanes.
Son almas libres a las que les gusta deambular, no tener horarios ni los formalismos de los payos, son vagabundos por naturaleza y así consta incluso en los libros de historia. unos libros que aseguran que la palabra ‘gitano’ proviene de ‘egiptiano’, porque en el medievo se pensaba que procedían de Egipto, y pienso entonces en gitanas que se apodaban La Faraona, o aquellos que dicen tener ‘sangre de reyes’ en la palma de la mano. Su origen más probable está en el Rajastan y fue un pastor húngaro llamado Istvan Vali el que descubrió el nexo en el siglo XVIII, cuando pasaba un año en la universidad de Leiden, en Holanda, y conoció a tres indios de Malabar. Istvan recopiló un diccionario con unas palabras y cuando regresó a Hungría descubrió que sus vecinos gitanos las entendían: de hecho muchos gitanos siguen quemando las posesiones de los fallecidos, una costumbre bastante extendida en el Rajastan, y alguna que otra vez han coincidido delegaciones de indios de allí con gitanos de aquí para descubrir que se entienden más bien que mal.
¿Cómo habían llegado pues los gitanos tan lejos? Las teorías siguen enredándose según quién las cuente pero los historiadores parecen ponerse de acuerdo en que en algún momento del siglo X un número importante de vecinos del Rajastan salieron de su región rumbo al oeste. Hay quien dice que fue antes, nada menos que cinco siglos, cuando el sha de Persia Bahran Gur ordenó traer a 12.000 músicos zott, que era como se les conocía, pero que su carácter disoluto, de artistas bohemios, les llevó al estado que les caracteriza incluso hoy, el de vagabundos menesterosos que cantan alegres y duermen en cualquier lugar. El caso es que en el lenguaje de los Rom, que es como les gusta denominarse, se puede hacer un seguimiento de su deambular: en el romaní hay muchas palabras persas pero pocas árabes, hay un número significativo de palabras armenias, hay palabras griegas, como Atzinganoi (que significa gitano, por su parecido con una tribu herética, y de la que supuestamente procede ‘zíngaro’) y finalmente turcas, que ya captaron en los Balcanes porque, recordemos, los gitanos, roms o zíngaros son anteriores a la invasión europea del imperio otomano. ‘Enterradme de pie’, de Isabel Fonseca, relata las peripecias de los gitanos de las leyendas y los más prosaicos de hoy en día en un relato que merece mucho la pena leer: pincha aquí. También es interesante, y mucho más de primera mano, la web de la Unión Romaní.
Pero si hay un aspecto desconocido de la historia del pueblo gitano, es el exterminio masivo que sufrieron a manos de los nazis y que ha quedado oculto tras la magnitud del Holocausto judío. La Organización Internacional para la Migración, el equivalente al Centro Simon Wiesenthal que busca criminales de guerra nazis, busca también a los supervivientes de aquel pogromo para compensarlos y calcula que murieron entre un millón y un millón y medio de gitanos durante toda la locura hitleriana, un número muy fluctuante según la fuente pero que oscila entre los doscientos cincuenta mil para los más conservadores hasta ese millón y medio. Entre los argumentos que utilizan los que calculan una cifra mayor está la de los carteles con los que identificaban a muchos ejecutados: parásitos, vagabundos, partisanos..

Es el genocidio gitano, que ellos conocen como Porraimos y que ha quedado en un segundo plano por la fuerza de la Shoah. En los Balcanes prefieren llamarlo Samudaripen y los gitanos rusos le dicen Kali Tras. Palabras, al fin y al cabo, para recordar algo que muchos roms no recuerdan por el poco interés que demuestran por la historia, poesía al fin y al cabo frente a la prosa del comer diario.
Corría el mes de julio de 1926 cuando el gobierno alemán estableció una ley que declaraba ‘la lucha contra los gitanos, los vagabundos y los desocupados’, una norma que prohibía a los gitanos recorrer el país o acampar en banda y que permitía condenar a trabajos forzados a todo gitano que no pudiera demostrar un empleo regular.  En 1933 las autoridades comenzaron a esterilizar a los que caían en sus manos y poco después, cuando llegó el Reich de los nazis, los gitanos siguieron siendo tan ‘sangre extraña’ que en 1936 se abrió una oficina en Munich para luchar contra ‘la plaga gitana’. No fue lo único que abrió Hitler en el 36: en los suburbios de Marzahn, en Berlín, se inauguró el primer campo de concentración para gitanos, conocido como Zigeunerlager. El siguiente se abrió en octubre de 1939 y el tercero en noviembre de 1940, ambos en Austria. Claro que esos eran los campos exclusivos para gente Rom, los campos de concentración al uso también recibían gitanos: concretamente en 1938 se enviaron a mil gitanos alemanes a Buchenwald, Dachau, Sachsenhausen y Lichtenburg. La oleada siguió con envíos masivos de gitanos a Mauthausen, Ravensbrück, Dachau y Buchenwald. Todos portaban un triángulo negro, en lugar de la famosa estrella amarilla de los judíos, o en su defecto una letra F.
En 1938 se publicó ‘La solución final de la cuestión gitana’, que impulsó Himmler en una circular de diciembre de 1938 con la orden de clasificarlos en tres grupos: los gitanos puros, los medio gitanos y los ‘que se comportan como gitanos’. La represión masiva comenzó a tomar forma. Los primeros SS formaron grupos de paramilitares que buscaban campamentos judíos para entrar por las noches y asesinarlos en grupo. Los ustachis de Croacia encontraron graciosa la ocurrencia y los imitaban en sus tierras, los rumanos los exterminaron por miles y enviaron a muchos miles más a los campos de Trandsniester, donde murieron alrededor de cuarenta mil.

En 1939 se une el destino de los gitanos al de los judíos y comienza el suplicio universal, tan desconocido como horroroso. En enero de 1940 doscientos cincuenta niños de Brno fueron utilizados como conejillos de indias para probar la eficacia del gas letal Ziklon B, que preludiaba las cámaras de gas. A finales de 1941 cinco mil gitanos austríacos fueron asesinados con camiones de gas en Chelmno. En el verano de 1942 los gitanos del ghetto de Varsovia fueron gaseados en Treblinka. El régimen nazi dio orden de acabar con todos los gitanos, judíos y enfermos mentales (en esta última categoría debieron de entrar los comunistas, que también fueron exterminados sin encajar en una categoría clara) En diciembre de 1942, Heinrich Himmler dio la orden de terminar con la solución gitana y deportarlos a Auschwitz. En agosto de 1944 casi tres mil gitanos fueron gaseados y cremados en un solo acto.
Mustafá no consigue comprar a mi acompañante pero me acompaña cortés al final de la calle, no vaya a ser que me pierda. Mustafá, como la mayoría de los gitanos de Europa, desconoce esa historia aunque sus parientes de mayor edad la hayan vivido en primera persona. Resulta curioso pero muchos saben qué fue el Holocausto judío y no tienen ni idea de que su propia raza perdió entre el 70% y el 80% de la población. Al fin y al cabo son gitanos, gente alegre y nómada que no tienen por qué saber. Por saber muchos no sabe que ni siquiera fueron llamados a declarar en los juicios de Nuremberg. ¿Cómo aceptar en un juicio a un gitano en un papel distinto del de siempre: acusado?

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