jueves, 7 de noviembre de 2013

Viaje al Proyecto del Sudeste de la Anatolia (GAP): el agua de Turquía como fuente de poder



Mustafá Kemal tuvo un sueño en los años treinta: el desierto sería verde, sobre la arena crecerían árboles y los beduinos tendrían tanta agua que el Creciente Fértil no sería una absurda frase con sentido sólo en los libros de historia. Mustafá Kemal, más conocido como Atatürk, o padre de los turcos, no sólo cambió radicalmente el rumbo de los restos del imperio otomano tras su derrota por los aliados en 1918. Atatürk no sólo trasladó la capital de Estambul a Ankara para olvidar cuanto antes al extinto imperio, no sólo cambió el alfabeto del árabe al latino, no sólo revitalizó un país que lo tuvo todo y ya no tenía nada. Mustafá también soñó con un vergel en el desierto y el tiempo le está dando la razón.

GAP3


Fue en 1936 cuando creó la Administración para Estudios Eléctricos con el firme objetivo de proponer una política hídrica que aprovechara los recursos hidrológicos que, pensaba, se perdían en vano. Y se perdían porque las corrientes fluyen, como dijo el filósofo, y el preciado agua atravesaba desiertos pedregosos y sedientos para perderse tras las fronteras de Siria y de Irak.

Atatürk


Las corrientes fluviales eran las de dos de los ríos más famosos del planeta, el Tigris y el Éufrates, ambos con sus fuentes en la Anatolia y sus desembocaduras en el golfo Pérsico, y las pérdidas ocurrían nada más cruzar los bordes fronterizos, donde se convertían en ganancias para otros (para sirios e iraquíes: y lo que es peor, para kurdos rebeldes). La idea que sembró Atatürk creció en las oficinas del imperio venido a menos hasta que en la década de los sesenta la ciudad de Diyarbakir se convirtió en el centro de las primeras explotaciones en serio. No debió de irles nada mal porque el proyecto siguió creciendo como una bola de agua y en la década de los ochenta surgió el conocido como Proyecto del Sudeste de la Anatolia, cuyo acrónimo en turco es, precisamente, GAP. Tan importante resulta que el sureste de la Anatolia lleva ahora ese nombre: región del GAP.

Gaziantep pistachos

Y es que los efectos beneficiosos del proyecto ya se dejan notar: es el tercer exportador mundial de pistachos, un fruto seco que crece desaforadamente en los alrededores de la ciudad, y en su provincia, hasta alcanzar la asombrosa cifra de 60.000 millones de toneladas, sólo superada por Irán y los Estados Unidos. El pistacho, y otros productos de las huertas turcas, rebosan los cestitos en el zoco, en el mercado, en los dulces Baklava que venden las numerosas tiendas de la ciudad, miles de turistas turcos visitan cada año la ciudad buscando pistachos y grandes comilonas en selectos restaurantes, el pistacho es la seña de identidad de esta ciudad, incluso con un monumento en forma de pistacho, y por supuesto las aceitunas, productos claramente beneficiados por la expansión de las presas del GAP. Pero esto no es sino una minucia: los cultivos de maíz desbordan los arcenes y en cualquier rincón de la Anatolia te encuentras un abuelo que te vende mazorcas asadas en carritos calentados con carbón…

Gaziantep pistachos

Para el mundo exterior es un hercúleo intento de convertir el desierto en vergel gracias a la represa de los dos ríos, del Tigris y del Éufrates, en 22 pantanos, 19 hidroeléctricas con una capacidad de 7476 megawatios, cientos de kilómetros de canales de irrigación, un macro proyecto a lo largo de más de 75.000 kilómetros cuadrados, con casi dos millones de hectáreas de tierra cultivable, un sueño que tenía un presupuesto inicial de 21.500 millones de euros y que a buen seguro se habrá quedado corto porque debía de haber terminado en 2010 y aún quedan presas por construir (por no nombrar las enmiendas que ha sufrido el proyecto porque se les han unido otras 11 presas junto a las fronteras de Irán e Irak). Los turcos estiman que los dos grandes ríos generan más de 50 billones de metros cúbicos de agua al año, lo que podría generar 27 billones de kilowarios por hora, además de emplear a casi cuatro millones de personas en agricultura y derivados en una región azotada por las sequías, la desertización y sus consecuencias (entre las que se cuenta el PKK). Es decir, el sueño de Atatürk se diversificó con el tiempo, los beduinos no tendrían sólo forraje fresco para sus bestias sino también luz eléctrica y trabajo a paletadas. Y para todo eso es necesario construir más viviendas, y centros de salud, y colegios y centros de distribución de productos agrícolas y hasta piscícolas. Los mercados estarían abastecidos a más no poder, los guerrilleros kurdos dejarían las armas porque Turquía les ofrecía algo más que arena y los belicosos vecinos les respetarían como potencia hídrica. Como plan no está mal y, además, tiene visos de convertirse en realidad.

GAP

La carretera que une Sanliurfa con Gaziantep ofrece una extraña mezcla de paisajes: ahora desierto pedregoso, ahora campos de maíz, ahora piedras desperdigadas, ahora enormes campos de cultivo. De no ser por el escenario allá al fondo, donde las columnas de humo delatan los bombardeos de la guerra de Siria, cualquiera diría que se está construyendo una versión polvorienta del paraíso (que debió de estar por estas regiones, por cierto). La capital de los kurdos, Diyarbakir, parece aumentar de tamaño a ojos vista, la ciudad antigua está cada vez más lejos del perímetro, que crece sin cesar, los bloques de pisos, las grúas, los andamios, las calles levantadas, y todo esto durante kilómetros y kilómetros, me hacen recordar las estampas de mi triste país en los años que todos conocemos ya como 'De la Burbuja'. Y no es la única. Sanliurfa crece a través del desierto, Gaziantep se expande, Mardin se acerca a su propio horizonte. Un Mercedes último modelo adelanta mi desvencijado autobús, y no es el primero que veo. En Mardin conozco a un grupo de ingenieros y arquitectos atraídos por los altos sueldos que se pagan en la región: construyen urbanizaciones enteras, hablan por Iphone y consultan el correo en sus Ipads mientras se dirigen a sus potentes 4x4.

Hasankeyf Tigris

El sudeste de la Anatolia transpira dinero y actividad febril, visité incluso las obras de la nueva ciudad de Hasankeyf, una ciudad entera, y nueva del paquete, construida a toda velocidad para trasladar a toda la población de la antigua Hasankeyf, que quedará sumergida bajo otro pantano en un dramático capítulo del GAP (porque hundirá nada menos que 120 siglos de historia, doce mil años) Los efectos colaterales del GAP no son nada, cree el gobierno turco, con el futuro que le ofrece al país. Aquí puedes ver la página oficial del proyecto GAP y sus pretensiones.

construcción Sanliurfa

construcción Sanliurfa

Turquía mira cada vez menos a Europa, la eterna aspiración desde que Atatürk desmanteló los restos del imperio otomano, y comienza a sentirse parte importante de la Geoestrategia, del Heartland y el Rimland de los grandes geógrafos del pasado. Si durante la década de los años noventa las autoridades iraquíes estimaron que los cauces de los ríos Éufrates y Tigris había disminuido nada menos que tres cuartas partes (de 40.000 millones de metros cúbicos a 11.000 en sólo tres años), poca fuerza tendrán ahora en el devastado Irak post Sadam. ¡¡Y qué decir de Siria, donde Al Assad no tiene asegurado el desayuno de mañana!! Turquía tiene las manos libres para seguir con un plan que iba a continuar pese a sus vecinos. Ya lo ha dicho las autoridades turcas: somos conscientes de lo necesitado de agua que están nuestros vecinos pero nosotros no podemos perjudicar nuestro propio sistema hídrico y energético...'. 

Hasankeyf Tigris


De hecho, la pieza central de todo el entramado es la presa Atatürk, con el nombre del soñador, una presa que ya ha recibido amenazas de atentados terroristas (antes de que Irak y Siria entraran en barrena). Más de dos mil kilómetros cuadrados de tierra fértil de la meseta de Harran se riegan por la simple ley de la gravedad. Se trata de un desequilibrio en la posición que ha ocupado Turquía en el último siglo. Ahora que parece alejarse Europa definitivamente los turcos se dan cuenta de que les da igual porque ante ellos se abre un horizonte inesperado: el de posición predominante en el Asia Central. Aburridos ya de esperar a que Europa les abra unas puertas que les cerraron en el sitio de Viena, en 1529, cuando el imperio otomano alcanzó su cénit, los turcos comienzan a replantearse si su lugar está donde les señaló el soñador Atatürk o tal vez donde reside su espíritu, el asiático, con sus hermanos de raza, los uigures, los turcomanos, los uzbekos, incluso los mongoles y japoneses.

Hasankeyf Tigris

Turquía vuelve a ser consciente de su lugar en el mundo, en el mayor puente natural de la geografía planetaria, la Anatolia, los turcos se preguntan si tal vez no han despreciado demasiado al islam durante décadas y deban girar la cabeza al mundo de Mahoma. Robert Kaplan recoge el dato en su nuevo y fascinante libro, The Revenge of Geography: en 1945 Turquía tenía 20.000 mezquitas, en 1985, 72.000 y hoy son muchas más. Su posición se ha afianzado tanto que incluso Israel, su aliado por años, le ha tenido que pedir perdón por la masacre de la Flotilla de la Libertad, un caso sin precedentes en la diplomacia hebrea. Turquía lucha con otra potencia emergente en el centro de Asia, Irán, y ambos lo hacen por el liderazgo del Islam, uno desde la opción suní, como es Turquía, la otra desde la alternativa del chiísimo, como es Irán. Pero si Irán tiene en su poder unas poderosas redes diplomáticas por toda la región, Turquía parece tener un as guardado bajo la manga: tiene agua, muchísima agua, y más que va a tener, en una región donde cada gota cuenta como un tesoro y que Turquía acapara con la intención de ser el centro hídrico, energético y pieza fundamental para el acceso a las riquezas petroleras y gasísticas del centro de Asia.

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