jueves, 26 de diciembre de 2013

Viaje a Indonesia: las curiosas viviendas del pueblo Toraja


A las afueras de Rantepao una familia inaugura su casa y Franz Toraja está entusiasmado. Lo miro circunspecto, grave y ceñudo: no será para tanto, me digo, pero luego pienso que cada vez que Franz se entusiasma con algo me depara una aventura extraña. Primero me sorprendió con un funeral donde el occiso llevaba muerto varios años y conservado en formol. Más tarde me llevó a comer la exquisitez local: perro. La inauguración de una casa no parece nada del otro mundo pero, ¿quién sabe? Las casas son curiosas, eso sí, recuerdan a barcos enfilando la proa hacia el mar tenebroso, todas alineadas y presididas por cornamentas. Vamos, me digo mientras preparo mi estómago y mi olfato, por si las moscas.

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Las casas toraja se llaman Tongkonan y resulta que no pueden comprarse ni venderse. Meneo la cabeza porque aquí los constructores españoles, y la caterva de corruptos antiburbujistas, no tendrían razón de ser. ¡¡Casas que ni se compran ni se venden!! Las Tongkonan se construyen siempre orientadas de norte a sur y dicen que la entrada es una frontera entre lo divino y lo humano. Siempre están alineadas a los lados de la calle principal, levantadas sobre pilotes circulares de madera, dicen que para evitar que las ratas y otros bichos entren en el interior. Es curioso pero esa forma tan peculiar realmente parece venir de los barcos que utilizaban los primitivos Toraja y aseguran que antes, en los tiempos remotos, se usaban las quillas de las embarcaciones como cubiertas.
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Claro que no hay una explicación única y las teorías son muchas, contradictorias y variadas, aunque hay dos que sobresalen por aclamación. Una es la ya mentada, que me explica Franz, y que se remonta a los primeros colonizadores de la isla de Sulawasi. La segunda no es que varíe mucho, porque insiste en la quilla de una embarcación, aunque dicen que es una copia del barco que utilizó el mismísimo Dios Creador cuando bajó del cielo para mezclarse con los humanos. Para terminar de enredar la explicación, hay quien asegura que de eso nada y que si nos fijamos bien veremos que en la peculiar forma de los tejados se adivina un buen par de cuernos, que al fin y al cabo parece ser toda una obsesión nacional y el animal sagrado de los toraja.
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La curiosa forma se lleva más allá y los graneros que sitúan siempre junto a las casas, como si fueran trasteros vegetales, también tienen la misma forma, los mismos tejados y los mismos colores. Todo tiene esa extraña forma y unos colores similares. Unos colores que incrustan en las tallas y que tienen sus significados: el rojo alude a la sangre, tan presente en todos los actos sociales de este curiosa etnia, el amarillo es la bendición divina, el blanco recuerda a los espíritus porque es el mismo color de los huesos y el negro, a la muerte. Las cornamentas que presiden la puerta indican, para terminar de enredar la madeja, el nivel de riqueza de la familia y cuantos más cuelguen, más ricos los de dentro y más envidia generarán, imagino yo, entre el vecindario.

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Pero los graneros, que a excepción de la colección de cuernos mantienen todos los tipos reconocibles de las viviendas principales, no son las únicas imitaciones de los arquitectos toraja. La curiosa construcción está en las tumbas, en las señales de tráfico, en los efímeros poblados que construyen en la época de funerales. Algunas tumbas también imitan a las casas, incluso con la réplica del muerto presidiendo el edificio, a modo de colección de cornamentas. Ya he visto yo esas estatuitas antes, subidas en las montañas sagradas, y no puedo negar que me dan cierto escalofrío. Un estremecimiento que apaciguan las filigranas talladas en las fachadas y que se llaman Passuras, que al parecer deriva del árabe Sura, o escritura. Las fachadas se dividen horizontalmente en tres franjas y en dos verticales, cada franja con su sentido esotérico: las horizontales corresponden a la cosmogonía toraja: el inframundo, el mundo terrenal y lo que nosotros identificamos con el cielo. Las mitades verticales corresponden a la simetría central de las fachadas norte y sur, y vienen a representar la vida y la muerte

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La fiesta de inauguración promete: decenas de personas deambulan alegres, algunas claramente ebrias, los cerdos esperan histéricos la matanza dentro de unas no menos alegres jaulas de colores que, cosas de los toraja, imitan también las viviendas.

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Las jaulas donde guardan a los cerdos imitan también a las casas (y los pobres gorrinos, de tanto gritar, hasta echan espumarrajos por la boca al ver cómo descuartizan a sus colegas..)

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Un grupo de lánguida música indonesia deleita a los visitantes con unas larguísimas melodías que parecen no acabar jamás, acompañadas de guitarras eléctricas y batería, una especie de rock de los mares del sur. Los dueños del nuevo Tongkonan está eufóricos, ha venido gente incluso de otras islas para el evento, todo debe de salir bien. No es para menos.

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El Tongkonan es una (otra más) de las señas de identidad del pueblo Toraja, el nexo que les une a sus ancestros y una posesión de la mujer, que albergará al marido hasta que se divorcien, si es que eso ocurre, y se quedará con la vivienda mientras manda al hombre a paseo. Los dueños de la vivienda dicen que han tardado dos años en reunir el dinero y en levantarla, aunque la obra propiamente dicha no suele tardar más de tres o cuatro meses de trabajo. No me dicen nada de su pretendida nobleza pero al parecer suelen ser descendientes de nobles los que habitan estas curiosas casas mientras que los plebeyos del populacho ocupan casas más modestas, de bambú y poco más. Miro con aprensión la casita porque me temo que si fuera toraja no tendría acceso más que a las del populacho..

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lunes, 23 de diciembre de 2013

Bernabé Cobo, el cura de Jaén que descubrió la quina


Bernabé Cobo llegó a América para trabar amistad con las plantas y tanta miga hizo que descubrió la quina y al morir dejó escrito un libro monumental que tituló Historia del Nuevo Mundo. Cuatro décadas tardó en escribirlo, décadas de largos viajes, minuciosos estudios y observaciones directas que durmieron el sueño de los justos hasta que en 1890 un científico colombiano encontró parte de su gigantesca obra olvidada en una iglesia de Sevilla.

Descubrió entonces que Bernabé ya había estudiado y catalogado muchos de los descubrimientos del celebérrimo Alexander Von Humboldt, y nada menos que en 1653, dos siglos antes que el alemán. Reveló, por ejemplo, que ya había descrito los efectos de la quina aplicada a las fiebres intermitentes: 'En los términos de la ciudad de Loja, diócesis de Quito, nace cierta casta de árboles grandes, que tienen la corteza como canela, un poco más gruesa, y muy amarga; la cual molida en polvos, se da a los que tienen calenturas, y con sólo este remedio se quitan’

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Bernabé nació en Lopera, Jaén, nada más lejano de la frondosidad de la selva amazónica y fascinado como estaba recorrió el continente en una época en la que moverse en distancias cortas era un suplicio. Además lo hizo entrevistándose con jefes indios y curanderos locales en una irreprimible curiosidad por aprender para qué utilizaban las plantas, las hojas, los tallos, sus jugos. Cobos describe en sus libros los pisos de vegetación, detalles climáticos y de temperatura de cada planta, enumera las especies vegetales del reino del Perú y estudia cómo se aclimatan las plantas traídas por los españoles. Bernabé no volvió a pisar su Lopera natal, donde pocos supieron que aquel jovenzuelo que partió con poco más de dieciséis años se había convertido en un clérigo jesuita tan enamorado de las plantas que descubrió uno de los remedios naturales más eficaces de la naturaleza.

Referencias

BERNABÉ COBO PERALTA, por Manuel Alfonso Pérez Galán, párroco de Lopera (Jaén)

La historia natural del padre Bernabé Cobo. Algunas claves para su lectura, Luis Millones-Figueroa, Colby College

domingo, 22 de diciembre de 2013

Viaje a Túnez: buscando a Herodoto en el desierto rojo de Chott El-Djerid



Al occidente del río Tritón vivían los maxies, un pueblo campesino que se rapaba la cabeza sólo por el lado izquierdo, un pueblo extraño que decía descender de Troya y pintaba sus cuerpos de rojo, seres acostumbrados a luchar contra las numerosas fieras que poblaban su país y que se escondían en los frondosos bosques de las montañas, gentes curadas de todo espanto porque no sólo convivían con serpientes de enorme grandeza y elefantes y osos sino también, y entre otras tribus salvajes, con los Acéfalos, que tenían los ojos en el pecho. Mirando alrededor me pregunto dónde están aquellas bestias salvajes que atacaban las aldeas, y también me pregunto que dónde están esas aldeas, y esos maxies melenudos de derechas, y qué fue de aquellos Acéfalos con una vista tan ridículamente ineficaz. Porque a mi alrededor, y hasta donde alcanza la vista, sólo hay desierto, un desierto blanco surcado por riachuelos de agua roja, un desierto blanco de sal que se extiende durante 250 kilómetros de largo, y otros 25 de ancho, un remedo de mar que no recibe aguas de ningún río ni del que parta corriente alguna.

¿Se equivocaba pues Herodoto cuando narraba en su libro IV el extraño jardín florido lleno de gentes extrañas y fieras salvajes? Chott el Djerid es el mayor lago salino del Sahara, pero no el único: hay más. Concretamente otros tres, todos con el prefijo Chott pero con nombres distintos: El Fejej, El Gharsa y El Melrhir (este último en Argelia).


Los indicios apuntan a que aquí existió un gran mar interior, un mar del tamaño de Portugal, con dos islas en su interior, la isla de Fla y la de Mene, la de Fla habitada por uno de los pueblos griegos, los lacedemonios, procedentes de Esparta, que llegaron allí siguiendo los consejos del oráculo. Una laguna que debía de llegar al Mediterráneo porque Herodoto sitúa allí al propio Jason, arrastrada su nave Argos por los vientos del Norte y enredado en los bajíos de la laguna Tritónida. Un lago pues con pretensiones de bahía y que debía de estar separado del mar por una elevación del terreno que permitía la entrada de agua salada.



Hoy, a 50ºC, el horizonte chispea, tintinea, los rayos del sol toman forma tridimensional y Herodoto se antoja un tunante que no pisó la mitad de los sitios que describió en sus fascinantes Los Nueve libros de la Historia . Chot el Djerid tiene 7.000 kms2 y nada recuerda la fantasía descrita por el padre de la historia. Pero Herodoto de Halicarnaso no es el único en describir este secarral. Diodoro de Sicilia, un romano contemporáneo de César Augusto, también habla de la dichosa laguna pero en un plan mucho más revelador: en su Biblioteca de la Historia Diodoro asegura que una serie de terremotos terminó por sumergir zonas costeras de lo que entonces se conocía como La Libia y, dicen algunos expertos, el lago quedó por un lado bajo el mar y por otro aislado de éste y con alguna falla rota por lo que el agua, desde entonces, se filtra rauda y veloz hacia los abismos del globo terráqueo. Lo dice aquí . La descripción de Diodoro se une a la de Herodoto y a las de Platón para que muchos investigadores hayan encontrado aquí una pista más para seguir buscando  la Atlántida a una corta distancia: el sur de España o el estrecho de Gibraltar…



No hay recuerdos de Jasón, ni de los argonautas, ni de los Lacedemonios, los Acéfalos, los hombres de melena derecha ni de las fieras. Tal vez sí de François Élie Roudaire, quien siguió los pasos de Herodoto a finales del siglo XIX para concluir: esta enorme depresión salada que llega hasta el golfo de Gabes es, según escribió en su artículo 'Un mar interior en Argelia', la laguna de Tritón que describía Herodoto y que en aquel entonces, más que laguna, era una bahía en toda regla. Roudaire, que era un prestigioso geógrafo francés, fantaseó con su descubrimiento hasta proponer la construcción de un canal que trajera el agua del mar para recuperar aquella estampa de la Antigüedad y convertir la región, decía, en 'un granero de trigo'.


El apoyo  que le brinda Fernando de Lesseps, el constructor del canal de Suez, no sirvió para nada más que para provocarle litros de sudor en esas ardientes arenas para concluir: mejor lo dejamos porque construir un canal de 240 kilómetros tenía un costo inasumible.  Aquí puedes ver su historia



Lo único cierto es que el desierto mola, fotogénico como es, con sus aguas rojas y el horizonte blanco, aderezado por las leyendas de los nómadas de la región, como aquella que asegura que en su interior se perdió una caravana con mil dromedarios cargados de fabulosos tesoros, o cuando mencionan aquello de yo estuve en el rodaje de Stars Wars, que (cierto es) se rodó en esta inestable tierra. Porque inestable es, y hay que tener cuidado de dónde se pisa, y mucho más de internarse en su inmensidad porque algunas zonas engañan y pueden ceder hasta no se sabe dónde. Al sur de las salinas comienza el Gran Erg Oriental, un inacabable campo de dunas a caballo entre Túnez y Argelia, la estampa clásica que uno imagina cuando piensa en el Sahara. Mientras, imperturbable y salado, Chott el Djerid arde bajo el sol, quebrando terrones de sal, guardando, quién sabe, secretos que incendian tanto la imaginación como el sol mi cabeza.
















miércoles, 18 de diciembre de 2013

Viaje gastronómico: cosas que nunca debí comer

El picudo negro, o sori, una delicatessen en la Amazonía

Confieso que probé el gusano del Amazonas, o Suri, por esnobismo y que debería encontrarme en una situación muy crítica para volver a pasar por ese trance. Se trata de un gusano que se reproduce en el tallo de los árboles del aguaje (o palmitos) y que los indígenas de la región crían en barreños multicolores a la espera de terminar ensartados y puestos al fuego (aunque hay quien lo prefiere comer crudo). Los suris tiene un aspecto graso, lechoso, rebosan proteínas, vitaminas A y E y minerales, se les adivina torpes en su deambular y uno, en los horripilantes momentos anteriores a introducirlos en la boca, los imagina abriendo unas diminutas fauces y comiendo al comensal.

Los bichos nacen cuando el árbol del aguaje se pudre: los indígenas entonces tumban el tronco y esperan unas semanas para que aparezcan y poder comerlos (o venderlos). Los modos de comerlo son muchos y variados: en brochetas, en sopa de gallina con cilantro y yuca, en ensaladas de corazón de palmito. Yo lo probé asado y en brocheta y su sabor me pareció inmundo y desagradable, no lo vomité por respeto al entorno pero me juré, eso sí, que una y no más. Lo curioso es que el bicho en cuestión está considerado una plaga que afecta a las palmeras y que en España hemos sufrido por culpa de un pariente lejano: el picudo rojo. El del Amazonas es el picudo negro pero las larvas parecen tener el mismo apetito voraz cuando atacan el corazón de las palmeras.


Hormigas culonas, cortesía de http://www.soho.com.co/guia/articulo/hormigas-culonas/-panderito/-achiras/-habas/23683


La primera vez que me ofrecieron una hormiga culona santandereana cavilé como solo los locos cavilan: agarré entre mis dedos ese horrible insecto de vientre abultado, lo miré estupefacto, observé a mi alrededor por si acaso fuera una broma de dudoso gusto, lo olisqueé buscando el truco y, finalmente, me lo llevé a la boca como el que se encamina a una muerte dolorosa e innecesaria. La mastiqué, sentí la explosión de proteínas abrirse paso por el cielo de la boca y lo tragué con las mandíbulas rígidas. Las hormigas culonas santandereanas salen de los hormigueros de los valles de San Gil, Curití, Villanueva, Barichara y Guane, en el departamento de Santander, al norte de Colombia, y lo hacen buscando machos y sol para liberar su instinto básico y aparearse. Aunque nadie sabe quién y por qué se comió la primera hormiga se especula que fueron los indígenas Guanes, una variedad de la etnia chibcha, los que supieron ver el caudal de alimento que guardaban esas grandes hormigas y aprendieron también a defenderse de los machos, lógicamente celosos de que fueran otros los que se comieran a sus hembras. Cada año, en las fechas aledañas a la Semana Santa, millones de hormigas inundan las mesas y manteles de comensales de Colombia, y desde hace poco de medio mundo, sus admiradores desgranan las propiedades mágicas, desde sus ácidos grasos no saturados que previenen el colesterol sanguíneo a su alto valor nutritivo por ser ricas en vitamina B, calcio, hierro y azufre. Dicen que tienen más riboflavina que la leche, además de tanta proteína como carne, hay quien menciona sus propiedades afrodisíacas (entre los que no me cuento) y además no saben del todo mal, tal vez debido a que se alimentan de polen y miel. El caso es que se trata de una exquisitez que supera los cuarenta euros el kilo, una vez preparadas (cosa que se hace en una tinaja, tostándolas vivas, y habiendo sufrido el suplicio de perder antes alas y patas).

Cuy frito, cortesía de http://fromoffshore.wordpress.com/2011/02/23/ecuador-they-feed-us-cuy/


Mención aparte merece el Cuy que tanto gusta a los habitantes de las cordilleras andinas del Perú y que no es más que un simpático conejillo de indias. Su nombre técnico es Cavia Porcellus, también conocida como Cobaya, y no es más que un roedor mofletudo que los andinos crían en granjas de engorde para acabar ensartados cuan pinchitos morunos en los restaurantes locales. Algo debe de tener el pobre cuy para que se lo disputen con tanto ardor desde gastrónomos con sombrero a científicos con bata blanca: las cobayas se usan en experimentación biomédica, en Ecuador se crían alrededor de cincuenta millones de ejemplares y en Europa se guardan en esas tétricas jaulas con una rueda en su interior. Para mí su sabor es similar al del conejo, con el obstáculo de que, una vez despojado de su pelo y su piel, parece una rata de tamaño considerable, con los incisivos centrales tremendamente desarrollados, y las patitas pegadas al cuerpo como si implorara una vida que ya no tiene.

Huevos de cocodrilo en Iquitos, Perú

En cierta ocasión un amigo Toraja me dijo muy serio: 'si 'a los toraja nos dan a elegir entre un bistec de vaca, otro de cerdo o uno de perro, elegiremos sin dudarlo el de perro'. Cada año más de medio millón de perros acaban formando parte del fondo de un puchero en el sudeste asiático. Los toraja de Indonesia son amantes de esta carne, un gusto que en España pone los pelos de punta a cualquier comensal medio. Los toraja viven en Indonesia pero la afición al perro es común a otros países: China, Vietnam, Taiwán o Filipinas se cuentan entre los dogofílicos. Peter Toraja me propuso una cena a base de perro, y lo hizo mientras acariciaba tiernamente a su pastor alemán. ¿Te comerías ese también?, le pregunté. Peter sonrió con inocencia: ¡¡claro!!, me dijo, y subimos a su 4x4 en busca del restaurante de una conocida. El plato era curioso, cuanto menos: parecían albondiguillas de una sola pieza, con mucho nervio y cartílago. El primer trozo rompió algo más que un tabú cultural de siglos: el picante laceró mi lengua, se expandió a toda velocidad por la saliva y anestesió la boca en su totalidad. Mastiqué atónito porque el picante no me dejaba discernir ningún sabor y los lagrimales dejaban escapar lágrimas sin control. Lágrimas que caían, irremediablemente, sobre el plato. La lengua se durmió. Pero lo más desconcertante fue ver a Peter, y sus amigos, añadiendo frenético más picante a la carne. Dicen que la carne de perro tiene efectos positivos sobre la virilidad masculina, sobre todo el pene y los testículos, los médicos coreanos la recomiendan a las mujeres que acaban de dar a luz y hasta dicen que previene hechizos y que debe comerse en invierno porque tiene efectos térmicos. En todo caso si quieren repetir mi experiencia les aconsejo que eviten el picante para conocer mejor su sabor. Eso sí: me quedé con ganas de comerme uno de esos enormes murciélagos a la parrilla: dicen que tienen un olor muy fuerte y que saben a piel chamuscada aunque imagino que con la cantidad de picante que se gastan por estas regiones, el sabor será similar al del perro: nada de nada.


La carne de cocodrilo es sabrosa y la he probado de dos maneras distintas: cruda y marinada en cebiche, o bien frita. De la primera manera, cruda, tiene un sabor similar al pescado, la carne es blanca y se adivina saludable: dicen que aporta proteínas, ácidos grasos sin saturar y muchas vitaminas, aminoácidos y hierro, aunque parece ser que no tiene fibra y que no es aconsejable comer más de un filetito al día. Despreocupado como soy, lo probé otra vez, en esta ocasión frito y hay que reconocer que el sabor a pescado sabroso se convirtió como por arte de magia en pollo, y nada desagradable, por cierto. El cebiche no es otra cosa que un plato de carne marinada, carne cruda de pescado normalmente, que se come empapada en un aliño cítrico, sobre todo de lima. Los admiradores del cocodrilo hablan maravillas: deliciosa, vigoriza el cuerpo, enriquece la sangre, fortalece los huesos, es un eficaz remedio para la tos, el asma, el reumatismo y la diabetes, ayuda a reducir la fiebre y hasta tiene ayuda a detener hemorragias. En todo caso, son muchas las especies de cocodrilos y la que yo probé, en Iquitos, Perú, es la Baba, o Caiman Crocodilus, de un tamaño menor al cocodrilo del Nilo, que también se sirve en restaurantes (por cierto).

serpiente medicinal en el Pasaje Paquito de Iquitos, Perú

Cuando escasea la comida en la selva, los guerrilleros son capaces de comerse cualquier cosa. Lucas Iguarán, el célebre cantante de la guerrilla de las FARC (muerto ya en un tiroteo) se relamía pensando en las iguanas y mi amigo El Negro, que militaba en el ELN, recordaba las noches de mono a la brasa y cómo procuraban matarlos de un certero disparo a la primera: 'si los hieres, te enseñan la sangre, como reproche', decía. Armadillos, serpientes y hasta tarántulas pueden formar parte de la improvisada dieta. De entre ellos, tan sólo he probado la serpiente y su sabor me recuerda al del cocodrilo, aunque sin la ambivalencia aquella del pescado-pollo. De hecho no tengo buen recuerdo de su sabor y sólo volvería a probarlo en caso de desesperación. Y es que los alimentos tienen tanto de cultural que nunca olvidaré a una amiga alemana vomitando espasmódica ante un plato de gambas y langostinos...


















jueves, 12 de diciembre de 2013

Viaje a Abjasia: en el Parlamento destruido de Sujumi



Aún resuenan por las paredes los ecos de los pasos de los orondos miembros del Soviet abjasio saliendo en tromba de los ascensores, aunque éstos, los ascensores, yazcan despanzurrados en sus huecos, sus cables mirando la negrura vertical en una muda súplica, o tal vez en un recuerdo de sus años felices. Las oficinas están abiertas, arrancadas puertas y marcos, y crujen los pasillos al paso del visitante, las baldosas levantadas en una orgía de papeles, excrementos y escombros, un silencio sólo roto por el parsimonioso deambular de alguna vaca lechera…

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La escalera de servicio amenaza ruina, su hermosa balaustrada salpicada por ráfagas de metralla, y sólo después de vencer los primeros miedos puede el visitante subirlas mientras evita pensar que todo puede derrumbarse en cualquier momento. De las ventanas de lo que una vez fueron oficinas de altos techos, con sillería en altorrelieve, escapan ramas de plantas exóticas, angustiadas por la falta de ministros y secretarios de estado y de administrativos pelotas y del traqueteo de las máquinas de escribir. O tal vez por la falta de luz: pero no de agua porque las tuberías sobresalen de los techos resquebrajados goteando impenitentes desde hace más de veinte años.

parlamento de Abjasia

En un rincón se acumulan kilos de desechos, hay botellas de plástico y de cristal, veo algunas de refrescos y de agua pero muchas de vodka, hay jeringuillas, papeles quemados, suciedad, charcos de agua oscura. Fuera, en los espléndidos jardines, pastan despreocupadas unas vacas rollizas evocando a aquellos orondos soviets, y en el amplísimo aparcamiento pensado para grandes celebraciones, un taxista escucha música y dos adolescentes ensayan un baile. A las puertas del gran edificio, el pedestal que soportaba la estatua de Lenin descansa hoy de aquel esfuerzo, liberado por los vecinos de un país que ni existía entonces ni existe hoy. Aunque en aquel momento tenía, al menos, un parlamento de quince plantas, construido con piedra georgiana, un tocho de estilo soviético levantado en los años 60 y que albergó, entre otros, la sede del comité del Oblast, una de las divisiones administrativas de la URSS, el comité del Komsomol, las juventudes comunistas, y al propio partido comunista de Sujumi.

parlamento de Abjasia

Difícilmente podían suponer aquellos jovenzuelos comunistas que años después un terrible baño de sangre mancharía esas escaleras en las que posaban despreocupados. Por ejemplo, la sangre de Guram Gabiskiria, el último alcalde georgiano de Sujumi, ejecutado a los pies de la escalinata junto a sus hombres de confianza por los rebeldes abjasios, pincha aquí. Aunque creo que tal vez la basura esparcida por doquier les llamaría más la atención…

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Desde el interior del parlamento de Abjasia se observa aún el pedestal sobre el que se erigía la estatua de Lenin, aunque Vladimir fue derribado por una masa enfurecida a principios de los años 90
parlamento de Abjasia

En 2008, el entonces alcalde de Sujumi, Alias Labakhua, propuso derribarlo y reemplazarlo por un edificio más acorde a los nuevos tiempos, porque el esqueleto que domina los cielos de la ciudad sigue exactamente igual que en 1993, cuando se hizo aún más alto con las largas columnas de humo que se elevaban al cielo no ya de Sujumi sino de toda Abjasia y hasta de la vecina Mingrelia (LINK). No parece la imagen más adecuada para un país que nadie reconoce eso de tener un parlamento quemado, con las escaleras colgando, la fachada chamuscada y cientos de botellas y jeringuillas rodando por las oficinas. Allí hay agujeros de bala, más allá un armario de archivos con la cerradura reventada, hojas danzantes provenientes de la antigua biblioteca, pintura descascarillada en los muretes, FUCK GEORGIA pintado en rojo en la pared.

parlamento de Abjasia


Los vecinos se acercan sigilosos y tiran por las ventanas muebles que ya no les sirven, incluso bolsas de basura, y por las noches los jovenzuelos más locos se acercan para trepar por su interior, el sueño de todo adolescente que se precie. A pocas manzanas, un BMW último modelo derrapa en una de las avenidas principales, trata de doblar por una calle con escaso tino y acaba estampado en una farola. De su interior salen cuatro muchachos, rapados y con cara de Esmirnoff: el conductor mira compungido el coche, totalmente reventado, y se lía a patadas con lo que queda, una actitud loable pero que expulsa de inmediato a los curiosos que nos hemos acercado al accidente.

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Yo mismo ante el deteriorado parlamento de Abjasia

 Sujumi sigue en ruinas y las del parlamento son las más estentóreas pero no las únicas, aquí puedes ver la riqueza arquitectónica de esta bonita ciudad.

Y aquí un reconocimiento de esas ruinas y el interés que tiene también Georgia en recuperar las que un día pertenecieron a georgianos.


Aquí puedes ver fotos de los terribles días del asalto al parlamento, pincha aquí.

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‘El 14 de agosto (de 1992) me encontraba en el parlamento de Sujumi’, contó el diputado Natela Akaba a Human Rights Watch, ‘cuando a las 11.00 A.M nos comunican que un gran frente de tanques había entrado en Abjasia a través de la región de Ochamchira. No podíamos creerlo porque teníamos una buena relación con Shevernadze y habíamos llegado a un principio de acuerdo para liberar a los rehenes con una fuerza conjunta de georgianos y abjasios. Pero me asomé a la ventana del edificio y, ¡ya estaba disparando! Vi helicópteros y entonces supe que la cosa iba en serio. Todos los diputados corrieron para ponerse a salvo porque parecía claro que seríamos los primeros objetivos, aunque la ciudad estuvo ocupada en media hora…’

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Hasta las palmeras murieron acribilladas por ráfagas de metralleta en la toma del parlamento de Sujumi...

El relato de Akaba supone el principio del fin para este mastodóntico edificio. Todo comenzó meses atrás, cuando los diputados abjasios se impusieron en una serie de votaciones para perfilar su independencia de un país, Georgia, que acababa de independizarse a su vez de la URSS. Desde diciembre de 1990 los abjasios venían fantaseando con su nación y los georgianos que vivían en Abjasia, que eran incluso más que los mismos abjasios, se opusieron con rotundidad. A principios de 1992, los secesionistas incluso recuperaron la constitución de los años veinte, cuando fueron independientes por unos meses, para excluir su inclusión en el nuevo país, Georgia, a su vez en plena efervescencia nacionalista.

parlamento de Abjasia

parlamento de Abjasia

Al problema independentista de Abjasia se unió la extrema precariedad de Georgia, con dos líderes enfrentados y reclamando el gobierno del país, por un lado Edvard Shevernadze, el antiguo ministro de exteriores soviético, y por otro el poeta Gamsajurdia, el primer presidente de la Georgia postsoviética, ambos con ciertos tintes mafiosillos que presagiaban un conflicto más antes que después, sobre todo porque sus partidarios se enfrentan a lo largo y ancho de todo el país y los de Gamsajurdia hasta secuestran al comité de DD.HH de Georgia en Abjasia. Y fue antes. Con el aviso de independencia, la Guardia Nacional georgiana, y los paramilitares Mkhedrioni del Gran Macarra del Cáucaso, Ioseliani, cruzan el río Inguri y se lían a tiros con todo el que pillan. En este punto retomamos el relato del diputado Akaba: los rebeldes vienen con todo y el parlamento es su objetivo, más que nada porque el presidente del nuevo país, Vladislav Ardzinba, se encuentra dentro. Ardzinba no era cualquiera sino el ideólogo de la limpieza étnica de su remedo de país: no quería georgianos en el ejército, ni en el parlamento, tampoco en los equipos deportivos nacionales y casi ni en las calles. Las bombas georgianas, por supuesto, no tardaron en buscarlo con tal ahínco que Ardzinba salió corriendo al interior de Abjasia para hacerse fuerte con 1.500 hombres en la pequeña población de Gudauta. Aquí puedes ver algo mas del controvertido Ardzinba. A sus espaldas, el parlamento de Sujumi comenzó a adoptar la forma y el color que tienen hoy.

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Las tropas georgianas penetraron calle por calle pero apenas había civiles desarmados que eran abatidos sin miramientos. El 18 de agosto, en pleno alto el fuego, los georgianos tomaron el parlamento y lo destrozaron a su antojo, tal y como habían hecho con los edificios cercanos. El gobierno abjasio, entre tanto, recibe ayuda incluso de los guerrilleros del Cáucaso norte, como Shamil, el checheno que se haría famoso años después por sus espectaculares atentados. El edificio del parlamento comenzó a mascar su tragedia, la del propio país, sus paredes cuarteadas, acribilladas y ahumadas, la bandera de Georgia ondeando sobre las primeras ruinas. El gobierno de Abjasia estaba en cuadro, asediado en Gudauta y sin apenas medios cuando apareció el actor más importante de la región: Rusia, quienes consiguen en septiembre de 1992 un alto el fuego y la retirada de los georgianos de un país que ya dominaban casi por completo.

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Recuperó entonces el péndulo el terreno perdido y los insurgentes abjasios se dieron a la venganza, aunque en sus excesos fastidiaron, sobre todo, a sus propios vecinos. Las escenas de pillaje permanecen aún en las retinas de los que las vivieron y muchos a día de hoy se preguntan todavía quién les disparó, quién les robó, quiénes fueron los violadores, si georgianos o abjasios, y quién la víctima, georgianos contra georgianos y contra abjasios, y abjasios que martirizaban a georgianos y, por supuesto, abjasios. El más ilustre de los perjudicados resultó el propio Edvard Shevarnadze, que estaba en Sujumi para tratar de poner orden cuando los abjasios volvieron a entrar en la ciudad a sangre y fuego. Dicen los reportes que estaba en el edificio agónico del Parlamento cuando tuvo que salir corriendo para huir a bordo de un buque ruso... Días después le seguirían los pasos alrededor de trescientos mil georgianos que todavía esperan en Georgia el día en el que puedan volver. Para terminar de enredar la historia, el otro presidente georgiano, Dviad Gamsajurdia, asediado por las tropas de Shevarnadze, y creyéndose perdido, se suicidó de un disparo a principios de 1994.

parlamento de Abjasia

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Aquí tienes el reporte de Naciones Unidas sobre los hechos de aquella terrible guerra que causó decenas de miles de muertos y cientos de miles de desplazados y que nos deja la insólita imagen de un edificio oficial, todo un Parlamento, así, como pasto de vacas y refugio de borrachuzos.

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lunes, 11 de noviembre de 2013

Viaje a la Base de Rota: con la Quinta Escuadrilla de Aeronaves de la Armada



El interior del SH 3D Sky King es lo más parecido a la ballena de Jonás. Parece viva, palpita, cuelgan los cables como colgaban las tripas del monstruo marino, uno se siente pequeño entre los equipos de comunicación, los asientos que no fueron diseñados para descansar, los cinturones de seguridad que se estiran, la puerta abierta que haría las veces del respiradero del cetáceo, allá abajo el mar, la tierra, la base de Rota, inalcanzable y al tiempo tan cerca.

5ª escuadrilla aeronaves Armada


Desde esta puerta, el teniente de navío José Luis divisó el 10 de septiembre de 2011 un esquife navegando en aguas del Cuerno de África y un soldado le disparó dos tiros para inutilizar el motor, detener la embarcación y mirar en su interior. José Luis recuerda que el premio fue mayúsculo, emotivo y triste: bajo una lona yacía penosamente Evelyne Colombo, una rehén francesa que había visto morir ejecutado a su marido días atrás, una acción que desarrolló desde el buque Galicia y que puedes ver pinchando aquí. Claro que el premio hubo que trabajarlo: los tripulantes del esquife la escondieron, luego le amenazaron con sus kalashnikovs, dispararon a la aeronave, intentaron escapar y el esquife, con todos sus integrantes, zozobró y volcó. A Evelyne hubo que rescatarla a nado, dos de los secuestradores no aparecieron jamás y los otros siete terminaron detenidos acusados de piratería internacional.

5ª escuadrilla aeronaves Armada

José Luis, teniente de navío e integrante de la Quinta escuadrilla de Aeronaves, recuerda aquel momento como uno de los más emocionantes de su carrera. 'Una experiencia así te marca', dice, 'después de tantos años de entrenamiento ver que tu trabajo da ese fruto y es capaz de salvar una vida es algo muy importante'. De las bajas, eso sí, prefiere no hablar, ni de las propias ni de las ajenas. Su vida tiene unas letras y unos números que no significan nada para un profano, y son precisamente las de la ballena voladora de Jonás: SH 3D Sky King, el nombre de ese amasijo de cables y hélices y chapa pintada en gris. Unos helicópteros que pertenecen a la Quinta Escuadrilla de la Flotilla de Aeronaves de la Armada, un apoyo aéreo a un cuerpo, el de la Armada, que está más habituada al mar y a las olas, y a las ballenas de verdad, que a los cielos que José Luis y sus compañeros surcan a diario. Y lo hacen tan a diario que se han convertido en un raro especímen: el de las unidades aéreas que superan las 100.000 horas de vuelo, y la primera que está adscrita al mar, y no al aire.

5ª escuadrilla aeronaves Armada

Alejandro Sánchez es el jefe de la escuadrilla, un capitán de corbeta que desgrana los destinos que ha conocido su flotilla. 'Desde Haití a Somalia, pasando por Bosnia, Somalia, Irak...'. Sus últimas operaciones se circunscriben al Cuerno de África, la conocida como operación Atalanta, pero en casi medio siglo, y en cien mil horas, han tenido tiempo para dar más de una vuelta. Alejandro recuerda cuando los helicópteros entraron en Bagdad, José Luis evoca sus experiencias en Bosnia, cualquiera de los que pululan por el enorme hangar de la base de Rota tiene historias por las que se pegarían los guionistas de cualquier serie de acción. Por ejemplo, José Luis: ingresó en la escuadrilla en 1998, cuando el grupo tenía aún un rol de lucha antisubmarina y no de mero transporte de tropas, y desde entonces lo ha visto crecer subido en todas las misiones, a excepción del terremoto de Haití. Estuvo en Bosnia, dos veces en la operación Atalanta, en las costas somalíes, y es de suponer que ha pasado por Kosovo, por Bagdad y por dondequiera que hayan surcado estas naves.

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Y horas han echado para surcarlos: cien mil, un hito en la historia de las unidades aéreas de España, cien mil horas de vuelo en unos aparatos que impresionan con sus veintidós metros de longitud, con un rotor de diecinueve metros, su interior como a medio construir, con las entrañas abiertas y llenas de cables, cinco mil seiscientos kilogramos de helicóptero que puede llegar hasta los nueve mil una vez que se le llena de infantes, de combustible y de armamento.

5ª escuadrilla aeronaves Armada

Orgullo, dice el capitán Alejandro Sánchez, orgullo repite el alférez Juan Antonio, muy orgulloso porque tenemos mucho futuro para seguir volando, sentencia el teniente de navío José Luis. Orgullo, menean la cabeza los mecánicos que se esfuerzan en preparar los aparatos, porque cada hora de vuelo necesita otras treinta en tierra de supervisión, de mantenimiento, de puesta a punto. Y orgullo también cuando miran por la ventana del aparato, con esas caras en las que uno presume que miran sin ver porque ven cosas que ya pasaron y que no se corresponden con ese fondo azul brillante de la bahía de Cádiz: tal vez los nueve compañeros que no volvieron de sus misiones, tal vez aquel momento terrible que marca la vida de un ser humano y que cualquiera de estos hombres y mujeres ha vivido en varias ocasiones y que dejan un rosario de marcas que son cicatrices que sólo se calman cuando brotan a borbotones del interior de la garganta.

5ª escuadrilla aeronaves Armada
5ª escuadrilla aeronaves Armada

Porque este es un mundo cruel pero a la vez hermoso y qué mejor que vivirlo en toda su intensidad, hundiéndose en el fango de la podredumbre que campea a lo largo y ancho del planeta, pero hundirse desde las alturas, cayendo en picado, viviendo la conciencia de que el peligro y la hermosura nos han marcado como raza desde que la ballena escupió a Jonás después de digerirlo en vano durante tres días…

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