domingo, 26 de agosto de 2012

Lorenzo Ferrer Maldonado, el granadino farsante que señaló el camino a Admunsen



Lorenzo Ferrer Maldonado aseguraba tener en su casa una costilla del rey Salomón con la que podía convertir cualquier metal en oro. Ante semejante órdago, cualquier bravuconada sería más creíble. Tal vez por eso convenció al mismísimo Felipe II de que había encontrado el paso que comunicaba el Atlántico con el Pacífico por el norte de América. El paso del mar del norte respondía al mítico estrecho de Anian, que a su modo era la piedra filosofal de la navegación porque acortaba notablemente los viajes hacia la lejana China. Pero nadie lo encontró nunca. La costilla, por su parte, debió de perderla porque tampoco la vio nadie, pero Ferrer Maldonado apabulló tanto con sus fabulaciones que durante siglos se enfrentaron los que lo veían como un genio incomprendido contra los que dictaminaban que era un embaucador. Lorenzo nació en Guadix, en la provincia de Granada, aunque aseguraba haberse criado en Flandes, y fue en vida  matemático, astrólogo, navegante y alquimista, pero si algo dejó a la posteridad fue su arte en el embrollo y unas ocurrencias que sólo podían convertirlo en genio o en farsante.






















Su ‘Relación del descubrimiento del estrecho de Anian’ sembró dudas entre la marinería durante siglos y aún doscientos años después la corona española ordenó a la expedición de Malaspina que volviera a investigar si algo de cierto había en aquella historia. Ferrer Maldonado aseguraba haber zarpado de Lisboa en 1588 y puesto proa al mar del norte, donde pescan los ingleses, haber soportado rachas de frío glacial que le congelaron las velas a su paso por el Labrador y allí, a los 75º, describe su paso por un estrecho con una anchura de hasta 40 leguas con capacidad para quinientas naves, levanta un mapa y hasta tiene tiempo para charlar con los indígenas de la zona, que según el fantasioso Lorenzo hablaban latín. Maldonado aseguró también haberse cruzado con una nave holandesa que volvía de la China, algo que espoleaba a la corona española porque podría estar quedándose atrás en la búsqueda de nuevas rutas.

Por si fuera poco, la navegación de regreso la realizó con un clima agradable, dato inaudito si tenemos en cuenta la latitud por la que afirmaba haber transcurrido. Con este alocado viaje, Maldonado pasó a los mares del Sur en sólo tres meses y su exhaustiva descripción abrió la esperanza a la corona española de dominar todas las vías a las Especierías, si era capaz de controlar el estrecho de Magallanes, al sur, y el de Anian, al norte.

Juan Pimentel lo ve como un embaucador impenitente en su libro ‘Testigos del mundo’, le acusa de falsario y recuerda que, entre otras extravagancias, Ferrer Maldonado informó a su crédula majestad Felipe III de que había encontrado el anhelado ‘Libro del Tesoro’, donde se encerraba el secreto de la piedra filosofal. Sus contemporáneos lo tomaron por genio cuando les presentó el primer compás de navegación fijo aunque los integrantes de la expedición de Malaspina no encontraron un solo dato fiable en su intento de reconstruir su derrotero. El geógrafo francés Buache de la Neuville, por su parte, defendió la veracidad de cada dato a finales del siglo XVIII y tanto énfasis puso en su defensa que la corona española ordenó a un refutado marino, Martín Fernández de Navarrete, examinar unas indicaciones que concluyeron en rotundo desmentido.


Con la mosca detrás de la oreja, la Corona había ordenado a las expediciones de Malaspina y Alcalá Galiano que siguieran metro a metro las indicaciones del granadino y no sólo no encontraron una sola correcta sino que los vientos eran contrarios a la descripción y descubrieron que el de Guadix realzaba parajes inexistentes y obviaba otros muy evidentes. Para terminar de embrollar la madeja, el explorador noruego Admunsen decía que encontró su camino a la fama en los parámetros indicados por Ferrer Maldonado. A los datos del granadino se unían los dados por otro andaluz, el sevillano Francisco Gali, que en sus viajes al extremo oriente desde Acapulco aseguraba tener sospecha de una fuerte corriente de agua que explicaría la cantidad de ballenas y grandes atunes que encontraba en su camino. Sin embargo, las descripciones de Gali y Maldonado eran totalmente incompatibles y los de uno impedían los del otro. El estrecho existía pero se llamó de Bering en honor a un danés que sirvió a la corona rusa y el recuerdo del granadino quedó unido para siempre al de un liante de tomo y lomo.


Bibliografía

Testigos del mundo: ciencia, literatura y viajes en la ilustración, Juan Pimentel, Marcial Pons Ediciones de Historia, Madrid, 2003

Examen histórico crítico de los viajes y descubrimientos apócrifos del capitán Lorenzo Ferrer Maldonado, de Juan Fuca y del Almirante Bartolomé de Fonte, por Martín Fernández de Navarrete, 1848.


©José Luis Sánchez Hachero
sanchezhachero@hotmail.com











jueves, 23 de agosto de 2012

Viaje a la cabeza de la mujer islámica: hijabs, khimar, al amira, shaila, chador, niqabs y burkas







Tienen muchos en occidente la creencia de que las mujeres musulmanas están sometidas al hombre en todo su ser, que son sumisas y obedientes, y que los hombres, todos barbudos con cimitarra al cinto y ganas de volar un centro comercial, las maltratan de obra y palabra, por acción y omisión. Sin embargo, en las muchas veces que he compartido espacio con parejas musulmanas he tenido la extraña impresión de que la cosa era al revés y que es el hombre el que está achantado por la desbordante personalidad de la musulmana media. Problemente me equivoque del mismo modo que se equivoca occidente porque la mujer en el Islam ni está tan sometida al hombre, a pesar de tradiciones arcaicas, ni el hombre es tan ogro con ellas como término absoluto. Y todo esto sin perder de vista la amenaza permanente que el integrismo religioso supone para el desarrollo personal y social de las mujeres ni ciertos códigos legales, como el saudí, que les impiden un derecho tan básico como el de conducir un vehículo (por ejemplo). Restricciones que, con matices, también se han impuesto aquí en épocas pretéritas precisamente por la presión de la religión (sin el extremo de conducir pero porque no había coches). Tampoco podemos olvidar las limitaciones que algunos regímenes, como el taliban afgano, imponen a las féminas, a las que no permiten estudiar o trabajar. Pero teniendo en cuenta que el colectivo de musulmanes en el planeta ronda los mil doscientos millones de almas debo concluir que, definitivamente, la mujer en el Islam es mucho más de lo que los cristianos nos pensamos. Y tal vez uno de los motivos por el que nos hemos creado esa imagen, amén de ciertas conductas como las expuestas anteriormente, pasa por la vestimenta. ¿Qué cristiano no se asombra de la parafernalia con la que cubren sus cabellos las más osadas o el cuerpo entero las más recelosas? 



Con el ánimo de despejar alguna duda la simpática escritora canadiense Alison Wearing no tuvo otra ocurrencia que viajar con un amigo a Irán haciéndose pasar por una pareja de luna de miel. Alison, después de semanas recorriendo el país embutida en un chador, vuelve a ver un programa de televisión occidental: 'Perplejos, horrorizados, boquiabiertos, hipnotizados. Por la mujeres que salen en la televisión, cuerpos como palillos contoneándose en ropa interior fingiendo que hacen el amor con el aire. Es un video musical. No pu-pu-pu-pu-puedo creerlo, Dios mío, no sólo es la ropa o la falta de ella o los gemidos o los giros: es la expresión de sus rostros. Había olvidado el aspecto de las mujeres cuando pasan toda la vida intentando resultar sexis: había olvidado cuánta soledad transmiten...' Cuando la buena de Alison sale del país, sigue vestida con el hiyab y sometida a una suerte de síndrome de Estocolmo textil: 'Por soprendente que parezca, sigo vestida con el hiyab. Tras semanas soñando con este momento en que estaría fuera del alcance de la ley islámica y podría despojarme de mi piel negra, no tengo ninguna gana de hacerlo (...)  Luna de miel en Irán 



De todos los velos que ven en el expositor de arriba, el más sencillo es el Hiyab, que en árabe significa precisamente eso, Velo, y que no es más que un pañuelo que cubre el pelo y el cuello, una necesidad que también va incluida en la palabra, hiyab, que también significa 'esconder', 'ocultar de la vista'. El hiyab excede al mundo islámico y entre las cristianas no es raro verlo asociado a ciertas modas y dicen los historiadores que antes del Islam las mujeres árabes ya los llevaban para distinguirse de las esclavas. De hecho, dicen esos mismos historiadores, fue el propio Mahoma el que impulsó el uso del hiyab para igualar a todas las mujeres, esclavas y libres, y para que los hombres supieran que no podían tratar a las mujeres como inferiores porque ellas pertenecen al más alto: a Alá. Como ellos, claro.


Frente al hiyab aparecen dos velos que no son más que variaciones del modelo original: Al Amira y Shaila. Al Amira es un velo de dos piezas mientras que la Shaila es un velo más largo y cómodo, que se pliega sobre los hombros y que usan muy frecuentemente las mujeres del golfo Pérsico.




Conforme avanza el sentimiento religioso, o la intolerancia del entorno, crece la cantidad de tela que las musulmanas usan para cubrirse, incluso en los saludables baños de agua de mar.




En Irán las mujeres acuden en masa al chador, una suerte de capa que cubre todo el cuerpo, incluso con otro velo interior que cubre el cabello. Originalmente significa 'tienda' y es que eso parece, un tenderete bajo el que se desarrolla una vida desconocida. Frente a ella, el Khimar, un velo en forma de capa que cubre el cabello, el cuello y los hombros, que cae hasta la cintura pero deja libre el rostro. Por ejemplo, para hablar por teléfono.


Aunque en los momentos dolientes, también les protegen de los manotazos que se dan en la cabeza como muestra de pena: aquí abajo en el entierro de un líder de Hezbollah en el Líbano las mujeres, chiítas, se golpean la cabeza como pesar, y más abajo, ya en Damasco y en la tumba de San Juan Bautista, las peregrinas repiten jugada.



'El chador es un ente vivo', dice Alison, 'escurridizo, cuyo hábitat preferido es el suelo. Cualquier mujer que intente cubrirse con él no sólo luchará contra la verdadera naturaleza del tejido sino también contra la gravedad, que se ha conchabado con el chador desde el comienzo de los tiempos. En cuanto una se coloca el chador, se envuelve de la forma adecuada y se cubre toda, empieza su obstinado descenso, escurriéndose por la superficie lacia del pelo, esperando dar un salto limpio al llegar al cuello, donde puede conseguir un buen punto de apoyo para su caída en picado sobre los hombros...'


Para las modelos más tímidas, o más sumisas a las palabras del Profeta (Di a tus mujeres y a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se ciñan sus velos: esa es la mejor manera de que sean reconocidas y no sean molestadas. Dios es indulgente, misericordioso.Corán, 33, 59) están las últimas versiones del Velo: el niqab y el burka.





El niqab cubre todo el cuerpo pero deja descubiertos los ojos, un lujo con el que soñarán las usuarias del burka, que tan sólo permite cierta visión muy limitada a través de una rejilla de tela. Claro que el niqab también puede sobreponerse a otro velo interior, normalmente un hijab, con lo que la reijlla de tela se convierte en una ténue cortina textil que tampoco permite una visión completa. El burka, por sus connotaciones y el contexto en el que se desarrolla, se ha convertido en el máximo ejemplo de la opresión sobre las mujeres. Pero su historia es otra: se introdujo en el harem del rey afgano Habibulah a principios del siglo XX, como modo de evitar que cualquier macho man se atreviera a contemplar la belleza de sus concubinas: los burkas estaban finamente bordados, llevaban piedras y oro y otorgaban una clase tal a su moradora que se convirtió en un símbolo de distinción: una historia un tanto idílica que se quebró con la caída del régimen soviético y la entrada de los radicales integristas, que lo impusieron para evitar la tentación de esas curvas pecaminosas que tanto los turbaban. A decir verdad dicen que el origen del burka hay que buscarlo en la Antigüedad más arcaica, que ya lo usaban en los tiempos de Ciro, el gran conquistador, y en la no menos arcaica Asiria. Reliquia del pasado, en Afganistán es la moda por narices y el infierno para las mujeres, que llevan el añadido de unos siete kilos de media sobre sus cansadas cabezas.

Gráfico sobre los velos musulmanes

Claro que, por mucho que se oculten, la belleza va por dentro, y en el mundo islámico más que en otros sitios...




© José Luis Sánchez Hachero
sanchezhachero@hotmail.com















martes, 21 de agosto de 2012

Viaje a los calabozos del Peñón de Gibraltar: bunkering, Greenpeace y libertad de prensa



El 20 de enero de 2003, a eso de las once de la mañana, la policía de Gibraltar me detuvo cuando cubría una acción de la organización Greenpeace y me encarceló durante siete horas. No fui el único: éramos dieciocho tipos y tipas de lo más variado: había equipos de televisión, de la prensa escrita, fotógrafos y, por supuesto, los activistas de la organización. Los ecologistas querían protestar por la práctica, habitual en las aguas de la bahía de Algeciras, del llamado bunkering, que no es otra cosa que el repostaje de combustible de un barco a otro, una maniobra, que según Greenpeace, 'es muy arriesgada porque provoca vertidos de hidrocarburos al mar con mucha frecuencia'. El bunkering se realiza generalmente con gabarras que cargan alrededor de cinco mil toneladas de grandes buques que llevan, a su vez, otras ochenta mil toneladas. El trasvase se hace del buque grande, conocido como gasolinera flotante, a la gabarra, que buscará luego un buque necesitado de combustible para aprovisionarlo. El estrecho de Gibraltar es la zona con mayor tráfico marítimo de España, y uno de los más transitados del mundo: sólo en 2008 surcaron estas aguas más de 106.000 (ciento seis mil) buques, muchos de ellos gaseros, petroleros y grandes mercantes. Un motivo más que suficiente para justificar que en estas aguas se suministre un tercio del combustible de bunkering de toda España.


Los ecologistas pretendían trepar por el casco de un desvencijado buque, el Vemamagna,  al que acusaban de poner especialmente en peligro las aguas de la bahía de Algeciras por su estructura, era un monocasco, y por su antigüedad, se construyó en 1978. En la zodiac donde yo viajaba, dos activistas se agazapaban a la espera del momento de subir como salamanquesas por el desvencijado casco del buque maldito. Pero la cosa no resultó fácil. La policía llanita (así se conoce a los gibraltareños en la región) debió de sentir un escalofrío cuando, muy de madrugada, vio llegar procedente de Tarifa (y más aún porque el barco zarpó de la ciudad de Cádiz la noche anterior) al Esperanza, uno de los buques emblemas de la organización ecologista. Las zodiacs de la policía gibraltareña se agitaban nerviosas en la bocana de su puerto, asomaban los morros con cierto enojo y, a pesar de que el Esperanza estaba fondeado en mitad de la bahía de Algeciras, los guardias de su Muy Graciosa Majestad comenzaron a dejarse ver como aviso. Cuando las dos zodiacs con activistas y prensa se echaron a la mar, los policías se lanzaron a degüello: embestían con lanchas rígidas y semirígidas a las indefensas zodiacs y una de ellas, cargada sobre todo con prensa, no tardó en caer en sus manos. Por supuesto, en aguas que si no eran internacionales debían de ser españolas. Y por supuesto, la guardia civil observaba con suma atención el desarrollo de los acontecimientos desde el interior de la bahía de Algeciras. No podía pasar desapercibida una espectacular persecución marina sorteando grandes buques y con embarcaciones pequeñas repletas de tipos con cámaras.

Las aguas de la bahía de Algeciras se convierten a veces en un laberinto de grandes buques

El bunkering es, seamos francos, un negocio para todos en la bahía de Algeciras. El 60% de la tarta está en manos de CEPSA, a través de su filial CEPSA Marine Fuels. Junto a ella, REPSOL, es la otra gran suministradora en la bahía algecireña. Para terminar de rizar el rizo, en Gibraltar, la gran denostada por este negocio, los amos del negocio son Gibunco, compañía del Peñón, y CEPSA (Gibraltar) Ltd. CEPSA, pues, es el gran padrino del bunkering en las aguas gibraltareñas. El negocio es tan suculento que incluso la Petrolífera Dúcar, que presidió durante algún tiempo el ahora ministro ( y accionista, por cierto) Miguel Arias Cañete, suministraba combustible a la empresa Vemaoil, precisamente la propietaria del Vemamagna que los activistas de Greenpeace soñaban con desvirgar. Aquí podéis leer más sobre este negocio tan hipócrita: Greenpeace 


Con la mayoría de nuestros compañeros detenidos, y trasladados al puerto de Gibraltar desde aguas españolas con cierta anuencia tácita de las autoridades españolas (que seguían mirando desde lejos), las embarcaciones gibraltareñas se emplearon a fondo para neutralizar nuestra embarcación. Claro que el piloto que la manejaba tenía una fabulosa habilidad para torear a los llanitos y los policías, liderados por un tal Jimmy Ignacio, se fueron calentando conforme el austral les ponía una banderilla tras otra. Tanto debieron de sentirse ultrajados que sus acometidas subieron de intensidad, ya no pretendían obstruir el paso sino que sus embestidas buscaban hacer daño.


Por ejemplo, no pongo fotos del incidente porque los llanitos me destrozaron la cámara en uno de sus intentos. El compañero de Telecinco tampoco pudo contarlo a su cámara porque el micrófono estalló como un globo cuando una semirígida se lo llevó por delante. Tampoco Canal Sur pudo grabarlo porque la cámara acabó flotando en el fondo de la zodiac y soltando chispas. Por lo que a mí refiere, la única grabación que merece la pena fue la de Antena 3 porque salgo con cara de lelo saludando a la redactora de esa cadena: hoy es mi pareja y tengo dos hijos... La violencia de las acometidas fue creciendo conforme pasaban las horas, pues al menos fueron dos de dimes y diretes, hasta que, por fin, el piloto consiguió lo que parecía imposible: darle el esquinazo a los policías, permitir a los activistas encaramarse al casco del Vemamagna y coronar el buque de la discordia con varios carteles: 'OIL HAZARD' y 'PELIGRO, PETRÓLEO'. Los activistas habían triunfado, se habían reído de los policías gibraltareños y las banderas ondeaban alegremente sobre la bahía de Algeciras. Nos acercamos al buque nodriza, el Esperanza, y hasta pudimos subir las cintas y carretes que demostraban la extraña hazaña. Claro que eso fue lo último que pudimos hacer porque, espoleados por su fracaso, los llanitos se lanzaron con todo hacia nuestra embarcación y detuvieron a la heterogénea tripulación.


Juan López de Uralde, que era el director ejecutivo de Greenpeace (y ahora es el líder de la formación política EQUO) declaró que esta reclamación pretendía 'la prohibición total y urgente de los buques monocascos y el establecimiento de un nuevo régimen de responsabilidad ilimitada', una pretensión que hay que contextualizar en los meses posteriores al hundimiento del Prestige frente a las costas gallegas. Ahora, casi una década después, el problema se ha disuelto en el olvido pero el bunkering no. De hecho, en Algeciras se dan los últimos retoques a VOPAK, una terminal terrestre que pretende competir con el bunkering gibraltareño desde la costa. La nueva terminal asegura que al aprovisionar desde tierra se eliminan muchos riesgos medioambientales aunque sin el control de las aguas y de la responsabilidad puede ocurrir lo contrario: que las gasolineras flotantes reposten en tierra y revendan el combustible en Gibraltar a un precio inferior al de la terminal misma. Sea como sea, los grandes especuladores de combustible no van a quedarse de brazos cruzados. La asociación Verdemar sospecha que los gibraltareños están rellenando una gran superficie de tierra ganada al mar para habilitar un nuevo espacio de bunkering (aunque los pescadores de La Línea creen que lo que se levantará lo que llaman 'El pequeño Mónaco', un fantasioso proyecto de hoteles y casinos en la cara oculta del Peñón).


Mientras nos trasladan a los calabozos de Gibraltar, los policías llanitos nos muestran su enojo: la persecución los ha dejado en ridículo, a pesar de que la mayor parte de las carreras se han desarrollado en aguas españolas, y no aguantan ni la mínima. Al compañero de Telecinco lo apartan y le pegan un sonoro bofetón. Al cámara de Antena3 lo miran con inquina pero sus dos metros de largo los intimida y prefieren denunciarlo por resistencia a la autoridad. Todos, activistas y prensa, terminamos en los calabozos del Peñón, una experiencia extraña y chistosa, con guardias que nos observan por rendijas y que permiten a los peligrosos reos salir a fumar 'un ratito' para relajar la situación. 'Señora agente', le digo a través de la puerta, 'que me meo y aquí hay mucha gente', 'bueno, te acompaño', dice con el característico acento gibraltareño mientras abre una puerta chirriante. La agente en cuestión medirá metro cincuenta como mucho, pasa del inglés de la Reina al andaluz gaditano con una facilidad que más que pasmosa es pasmante. El habilidoso piloto de la zodiac, con más callos que el resto, se acomoda en un rincón y dormirá durante todo nuestro caricaturesco cautiverio. A las siete horas de encierro un agente me pide salir de la celda. 'Vamos a ficharlo', me asegura, y yo le pregunto, '¿puedo negarme?', 'sí, claro, usted puede negarse', 'pues me niego', le digo, y el tipo me mira de arriba abajo y me dice, 'bien, entonces es usted libre', con un deje británico de Morón de la Frontera. A las puertas de la prisión de juguete también hay una demostración de juguete: una decena de independentistas gibraltareños grita insultos contra la prensa manipuladora que pretende arrebatarles la independencia. Los miro con desgana y veo que, tras de mí, los informadores españoles comienzan a salir con cuentagotas.


Para terminar de enredar la madeja, la comisión encargada de la Comunidad Europea asegura carecer de pruebas que demuestren que las actividades de bunkering realizadas por compañías llanitas violen la normativa comunitaria.


El espectáculo, mientras tanto, sigue al alcance de la mano. Olvidada ya la persecución, el encarcelamiento, los agentes llanitos guasones y a los radicales gritones, en la bahía de Algeciras se desarrolla un drama de proporciones épicas y con una estética capaz de satisfacer al más exigente de los directores artísticos. Decenas de grandes buques convierten las aguas de la bahía en un laberinto de petroleros, mercantes, transbordadores, veleros, pesqueros, lanchas recreativas, buques oceanográficos y hasta alguna que otra planeadora cargada de grifa del otro lado del estrecho. Los bañistas de las playas del Rinconcillo o de Getares acuden cada mañana con un nudo en la garganta: puede que hoy lleguen galletas de chapapote, puede que sean medusas, tal vez una mancha de aceite, tal vez desechos de las sentinas, puede que salte el levante y deba graparse el peluquín. Si consiguen evitar los obstáculos, las aguas tranquilas y mansas de la bahía de Algeciras seguirán meciéndose sumidas en su propia dinámica, ajenas a las cuitas de los hombres, recibiendo aguas del Mediterráneo para escupirlas al Atlántico, o viceversa, aplaudiendo a los delfines, a las ballenas y a los atunes, importunadas tan sólo de cuando en cuando por una patera cargada de carne humana, de hachís envuelto en fardos de arpillera, por una viscosa solución de chapapote, por el ruido de los motores fueraborda, por el pataleo feliz de los niños en las playas.




© José Luis Sánchez Hachero
sanchezhachero@hotmail.com











































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