miércoles, 4 de abril de 2012

Viaje a Huelva: el blanco desierto de los fosfoyesos


Imagen de las balsas de fosfoyesos desde Googleearth: su superficie es casi la de la ciudad de Huelva



Introducción. En el invierno de 1998 recibí una invitación de los ecologistas de Huelva para cubrir un extraño evento: la medición de la radioactividad de un vertedero químico a las afueras de la ciudad. Escribrí la noticia para La Voz de Huelva, donde trabajé efímeramente, con un resultado devastador: el director me riñó por publicar semejante cosa, el dueño del tabloide me gritó indignado y me acusó de poner en riesgo la publicidad del periódico (dependiente sobre todo de las industrias químicas acusadas por los ecologistas de poner en riesgo la salud de los onubenses), incluso algún compañero me afeó mi conducta. Intrigado, seguí investigando y preguntando por semejante monstruosidad a pocos metros de uno de los confines de la ciudad, incluida mi casa. Las discusiones se convirtieron en moneda común aquellos días e incluso mi propio padre me recriminó que quisiera 'hundir Huelva'. Porque mi padre, que en paz descanse, también trabajaba para las industrias químicas, así fuera de modo indirecto. Porque, y aquí está la paradoja, la ciudad de Huelva vive precisamente de un foco potencial de muerte. Un ejemplo: sin industrias químicas yo no habría nacido porque nada habría atraído a mi padre de su lejana Torrelavega, en Santander, para establecerse en un rincón de la península muy mono pero sin atractivos laborales. Al final, el reportaje salió publicado en la revista Tiempo, con la que colaboraba en aquella época: era mayo de 1998. Hoy, tantos años después, la cosa no ha cambiado mucho aunque al menos se ha reconocido que existe un problema que solventar. Desde depurar las aguas a enterrar los desechos, algo se mueve en las administraciones y oficinas de ejecutivos, aunque lo único cierto es que el enorme desierto blanco y potencialmente peligroso sigue ahí, a tiro de piedra de Huelva, de sus edificios y de algunos huertos con tomates y pimientos.


El vertedero más peligroso de España (Tiempo, 11 mayo 1998)


Durante meses, los hermanos Francisco y Pepe García han realizado mediciones con un contador geyger a poco más de trescientos metros de su casa. Los resultados al principio les causaron gran extrañeza: las mediciones señalaban un índice anómalo de radioactividad, diez veces superior al máximo permitido por las leyes españolas. ‘Incluso cambiamos de contador porque pensábamos que pudiera ser problema del aparato’, cuenta Francisco, ‘pero el último nos costó más de cien mil pesetas y es un modelo homologado por las autoridades…’. El resultado fue idéntico: unos índices desorbitados de radioactividad.

La causa se encuentra en los vertidos que diversas industrias químicas arrojan en lo que en otro tiempo fueron unas marismas. Hoy el lugar parece un desierto blanco de yeso. Durante más de treinta años, industrias dedicadas a la producción de fosforados a partir del ácido fosfórico han vertido sus residuos químicos en diferentes lugares del entorno de Huelva. Como paso intermedio, en el proceso también se produce ácido sulfúrico a partir de piritas. En la fabricación del ácido fosfórico se obtiene como residuo sulfato cálcico, comúnmente conocido como yeso. Para proceder a su vertido, al yeso se le incorpora agua salada procedente de la ría del Odiel, a los pies de Huelva, con lo que se obtiene una papilla lechosa que es lo que se arroja a las marismas.


Según un informe elaborado por la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea, este proceso se viene realizando desde 1969 y durante este tiempo calculan que se han depositado cantidades próximas a 60 millones de toneladas de yeso sobre una superficie de 1.200 hectáreas. Francisco cree que las cantidades oscilan alrededor de los 80 millones y, según fuentes de la industria, puede incluso superar los 14 millones de toneladas al año. ‘Vista desde el aire, la superficie de los vertidos supera a la de la misma capital’, comenta asombrado Francisco.


El escándalo asomó en Huelva antes de las pasadas Navidades, cuando se hizo público un informe de la Delegación de Medio Ambiente del ayuntamiento onubense titulado ‘Informe de conclusiones sobre el plan de trabajo para la recuperación ambiental de la ría de Huelva’, ría que está formada por la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel, sometidos durante décadas a los vertidos de las industrias instaladas en sus orillas. Ahora, meses después, los ecologistas han medido el lugar para demostrar al público que el informe que tanto se cuestionó puede tener visos de realidad.


El informe admitía que ‘la biomasa y litoral presenta concentraciones muy superiores a las admisibles, con riesgo de incorporarse a toda la cadena alimentaria’. Refiriéndose al tema de las balsas de fosfoyesos, el informe incidía en que ‘el vertido indiscriminado y acumulativo de subproductos de determinadas industrias as la ría introduce en la misma, así como en la atmósfera, contaminación por productos tóxicos y radioactivos superiores a los admisibles’. El nivel radiológico por emisión de uranio, radón 222 y demás componentes radioactivos’, continúan desglosando los expertos, ‘es superior en decenas de veces a la tasa de exhalación emisión para los suelos no contaminados’. Asimismo, afirman que ‘existen errores en el cálculo de fondo radioactivo natural de la ciudad de Huelva indicado en las fuentes oficiales, superando éstas los niveles admisibles’.


En Huelva siempre se había presumido que las numerosas industrias perjudicaban de alguna manera la salud de los ciudadanos, pero pocas veces un informe municipal había discrepado tangencialmente de la postura oficial. A pesar de los desmentidos oficiales, el problema de la radioactividad en Huelva es algo más que anecdótico. En 1988, el Consejo de Seguridad Nuclear confirmaba la existencia de un proyecto de la empresa fesa (Fosfórico Español S.A.) para la recuperación del uranio contenido en el ácido fosfórico. De este proyecto llegó incluso a funcionar una planta piloto hasta finales de la décadad de los años setenta, aunque finalmente fue desmantelada. Ante la gravedad de convertir la zona en lugar nuclear, le Gerencia Provincial de Huelva preguntó a FESA sobre los metales radioactivos de los yesos generados por esta empresa. La industria química contestó afirmativamente, aunque realizó un estudio en el que dementía la posibilidad de peligro alguno. Sin embargo, según afirman los ecologistas onubenses, ‘en una cantidad de millones de toneladas de yeso residual es lógico pensar que existan varias toneladas de metales radioactivos’. Un informe del Servicio Andaluz de Salud incidía en este tema y avisaba de que ‘dichos fosfoyesos contienen elementos radioactivos que originariamente se encuentran en la roca de fosfato de la cual se obtiene el ácido fosfórico’.


Por el contrario, la directiva de las industrias acusadas se remonta a un estudio realizado en 1989 por el Consejo de Seguridad Nuclear en el que se concluye que ‘un individuo hipotético adulto expuesto no recibe un compromiso de dosis equivalente efectiva anual superior a 0.38 mSv, dosis que representa un 15,8 por cien del valor medio que recibe un individuo medio de la población mundial por las fuertes radiaciones de origen natural’, del mismo modo que estimaron la ‘incidencia relativa de los efluentes líquidos por ingestión de pescado y marisco’ en una dosis mínima. Igualmente se refieren a un estudio realizado recientemente por la Universidad de Huelva en el que se afirma que no existe ningún peligro para la salud en el citado vertedero y que choca frontalmente con las conclusiones a las que llegan los técnicos del Ayuntamiento. Francisco Cuadras, director de Fertiberia, considera ‘carentes de todo rigor científico’ las mediciones de los ecologistas. Igualmente, el consejero de medio ambiente de la Junta de Andalucía, José Luis Blanco, considera ‘carnavalescas’ las mediciones de radioactividad realizadas por los miembros de la Confederación Ecopacificista Andaluza, para las que se vistieron con monos blancos y mascarillas anticontaminantes, y recordó que la Junta había invertido cerca de 2.000 millones de pesetas para la recuperación de la zona.

Francisco continúa midiendo el suelo del vertedero ajeno a descalificaciones. El contador geyger supera los 5.548 .rem/año cuando el máximo aceptado por la legislación es de 500. ‘Existe un riesgo sanitario brutal para la población que las autoridades ignoran a conciencia, ofreciendo total impunidad a las empresas para que continúen con sus vertidos, afirma el geólogo gaditano Daniel López Manjuán, traído especialmente por los ecologistas para verificar la validez de las pruebas. Según este técnico, el índice de radioactividad puede incidir muy negativamente en la población, provocando distintos tipos de tumores y cánceres relacionados con los huesos y el sistema linfático.


Un informe de la Delegación Provincial en Huelva del Servicio Andaluz de Salud vuelve a mencionar los elementos contaminantes que son arrojados al entorno de la ciudad. Entre los datos que extrajo este estudio, allá por el 89, destacan hechos tan sorprendentes como que la mortalidad general estandarizada es en Huelva más alta que la media nacional. ‘Son datos antiguos, pero no tenemos otros más recientes’, afirman los ecologistas. Además, los datos del Consejo de Seguridad Nuclear a los que se remontan las industrias son del mismo periodo’. Todas las provincias destacan en algún hecho negativo pero, según este informe, la mortalidad específica, sobre todo por tumores en varones, supera con creces la media nacional. Una muestra: la tasa de leucemia se sitúa en España en el 5,27, mientras que en Huelva alcanza el 6,74; los tumores malignos de traquea, bronquios y pulmones alcanzan el índice de 49,69 cuando en el resto del territorio es del 36,93; los tumores de cavidad bucal y faringe alcanzan en Huelva el 6,02 mientras que la media nacional es de 4,52; en tumores de laringe, Huelva ostenta un 14,80 frente al 8,79 nacional. Sería largo desglosar el rosario de récords mórbidos. El mismo informe reconoce que no pudo efectuar mediciones de radioactividad, pero sí que posee trece estaciones para la vigilancia de la contaminación atmosférica y señala que durante los años 87 y 88 se produjeron 36 situaciones ‘no admisibles’ y trescientas ocasiones en las que ‘se superaron los valores guía’. Sin embargo, también reconoce que no pueden asegurar que los datos de morbilidad y mortalidad sean provocados por la contaminación ‘por falta de un sistema de captación extraordinario de datos’.


Las industrias se remiten al informe del Consejo de Seguridad Nacional, en el que se afirma que el peligro de radioactividad es nulo, pero las distintas fuerzas políticas de Huelva ya se han unido para pedir un nuevo estudio que despeje de una vez por todas las dudas y desde el Ayuntamiento parecen haberse dado ya los primeros pasos. ‘Nos tachan continuamente de payasos por algo tan lógico como exigir un entorno limpio en el que no peligre nuestra salud’, comenta Francisco. Bajo sus pies, un desierto polvoriento de yeso blanco; a sus espaldas se levanta la ciudad y a cien metros un cuidado huerto repleto de tomates…






 © José Luis Sánchez Hachero
sanchezhachero@hotmail.com















2 comentarios:

  1. Triste, pero cierto. Moriremos todos de color blanco y radioactivos....

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  2. ;) No lo habia visto... Gracias... Rocio Ibáñez

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